Subo al barrio alto, y humilde, del pueblo. Busco un atajo para llegar al pueblo de al lado. Las calles no me dan mucha confianza, esclavo soy de mis prejuicios. Miro al frente y el camino punta abrupto y peligroso. Miro atrás y ya no puedo volver porque el terreno se ha anegado. Una mujer de mediana edad, salida del mismo lugar que las aguas y las escarpaduras (del sueño) me habla de las ruinas semihundidas de unas edificaciones que nadie reclama..
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