Ibrahim asegura que en ningún momento el integrista intentó huir corriendo. “En la playa había muchos tunecinos, por lo menos treinta. Lo insultaban, le decían que les disparase a ellos. Y él se quedó mirándoles un rato y sonriendo, con el Kaláshnikov en una mano. La gente empezó a perseguirle y a tirarle piedras y otros objetos. Pero ninguna piedra le alcanzó”. (El País)
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