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19 de mayo de 2009
¿Por qué soy liberal? ¿Por qué no creo en nada?
Basta con imaginarse ese horror frío, que no procede de la venganza, que no viene del rencor cercano por un agravio real o imaginario. En una isla española, donde todos se conocen, y que por algo que se haya dicho o votado, sin crimen ninguno a cuestas, la vida del muchacho o del hombre maduro o del anciano se tengan que ver truncadas porque la chusma, que se multiplica por 30 en tiempos críticos, encuentre su modus vivendi en las podridas religiones políticas. Sin que quepa excluir, ni mucho menos, la conversión del manso del gólgota en el adalid del crimen, y sentirse satisfecho con pensar que un instante antes de la metralla la cabeza se ha convertido, y el espíritu vuela mientras el cuerpo cae (G. Bernanos, passim).
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