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25 de mayo de 2009
Psychopedagogical song
Entienden ellos que el niño es un artefacto maravilloso del que pueden salir todas las cualidades positivas, con tal de que se pulse la cuerda adecuada. Lo creen porque se han quedado en Rousseau y no han llegado a Kant, que es algo más difícil de leer, pero muy claro. Porque han tomado de Rousseau, en cuanto contenido afirmado de la humanidad, lo que es su condición social falsa. Con este truco han logrado santificar a la juventud existente, condenando a mayores y maestros a la admisión del pecado (pues nunca hacen lo suficiente) y a la misma juventud a la ignorancia y esclavitud consumista futura (con el azúcar venenoso de decirles lo estupendos que son, y tan inocentes). Han ideado un espantajo, un homúnculo estupendo del que han restado la libertad. Si a ellos no les sirve, si quieren ser serviles, ¿por qué habrían de pensar que habría de ser útil a los demás? Pero sabemos, hemos leído a Kant cuando nosotros éramos jóvenes, que no se juega con las cosas de verdad: que la libertad que estaba antes (de la sociedad; en la mente de Dios o en la naturaleza) tiene que venir al final (como demanda moral y luego política). Con esta piedra en las manos, y con el carácter antinómico definitivo de la inteligencia, cualquier postura de ingeniero social (para lo cual no hace falta saber matemáticas, sino ser político en todo y siempre), en particular aquella que demanda a los demás una vuelta de tuerca más a la voluntad (tú debes porque ellos… son tan auténticos y alegres), habrá de quedar como lo que fue siempre: una simpleza. Basta con la libertad de uno, consistente en decir que no, para que la presunción dogmática de un control total de las condiciones dadas (a fin de lograr uno que los demás sean felices) se vaya al infierno (de los despropósitos). Al que dice que no, yo lo respeto. Los paniaguados sin Dios, pero contagiados de optimismo, me merecen desprecio.
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