Escribe, después del festín de ostras consabidas, esta perla el Dr. Santos Guerra, una de las luminarias psicopedagógicas contemporáneas:
Es lamentable que en cualquier institución eche raíces este terrorismo que causa injustamente tanta desolación. Pero que se desarrolle en instituciones educativas es absolutamente inadmisible. Me indigna que se pierda un buen profesional por este motivo tan miserable.
Sí, señor. Un terrorista, y por contigüidad un mal nacido genérico. Un profesor de secundaria. Pero cuando lo que yo (es un poner) diga se entiende como prueba de mi culpa, eximiéndome de las ventajas de un tribunal cualquiera, no puedo dejar de imaginarme al inquisidor totalitario con pretensiones inversas (fraternidad universal).
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