A causa de que X es deseado por Y, yo (es decir, Z) lo deseo también (miméticamente). Desde otro punto de vista, X es objeto de la envidia de X´, que está en una posición similar a X (de deseado potencial).
Emulación y envidia conforman (envenenando, la serpiente) buena parte de las relaciones sociales.
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La proyección física de nuestros deseos, como el hecho de que deba existir un mínimo de atractivo carnal en la pareja imaginada (reproductiva o contraceptiva), pero que una circunstancia así no se limite a la consideración de un arquetipo gimnástico, sino que admita la interpretación (una mirada, la sonrisa, los ojos, los dientes, etc.), acaba, por esta flexibilización de los principios, en nada.
O quizás la concesión de la interpretación, a petición de los oyentes, no significa nada tampoco: un salir por la tangente y nos callamos.
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Nada de lo anterior depende de mí.
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