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11 de mayo de 2009
Me parece que fue ...
... en Almería, c. 1988, cuando compré uno de los libros que quizás más me han marcado en mi muy desprestigiosa trayectoria intelectual. Cuando no conviene ser modesto, pues no conviene serlo, y uno ha fracasado con una constancia encomiable en casi cada una de las cosas que ha emprendido. Bueno, pero eso me hace feliz, porque lo otro, el triunfo y los salones, me harían sentir ordinario, al obligarme a vivir bien y sonreír. La Introducción a la psiquiatría del Dr. J. A. Vallejo Nájera -al que conocía de algún otro libro (Locos egregios puede ser) que había ojeado en casa de no sé qué otro joven estudiante de mi cultivado pueblo (en serio lo digo)-, publicado por Editorial Científico-Médica, 1981, 15ª ed., me concedió durante un tiempo la poesía de que mi vida había menester en aquellos momentos, pues yo era joven y tenía el pelo largo o casi, con lo cual forzosamente era romántico y precisaba de ese aura enfermiza, decadente pero con barruntos de brillos de tiempos de otrora más felices, que el manual del psiquiatra Vallejo Jr. (investiguen Vds. esta maldad) me concedía a manos llenas. En efecto, me dispuse a emplear el libro (no muy grueso, de menos de 500 páginas) en el fin más noble que puede tener un manual de divulgación médica: en el autodiagnóstico. Qué tiempos! No más diré al respecto que me encariñé de una denominación que daba cierta alegría a mi chifladura al permitirme llevar casi una vida normal sin necesidad de creerme un peligro para mí y para los demás. Ahora esa etiqueta no me resulta tan llamativa, y sí más, conforme me voy haciendo más viejo y sentimental, la de “neurastenia”, que entonces me parecía más cosa de señoritas y/o tísicos, pobres seres a los que luego aprendí a amar, conociendo la volcánica pasión que podía embargarles a las puertas de la muerte, en la maravillosa novela La montaña mágica de Th. Mann. Pero había cosas más sombrías en el libro de Vallejo, síndromes mucho más complejos y menos estéticos, zonas en las que la locura no tenía redención. Situaciones en que alguien, poniéndose en el centro de las persecuciones y los manejos de otros, se ha aislado del mundo, alguien que se vuelve peligroso porque cree continuamente que está en peligro y por eso tiene que defenderse. Una locura razonante, plenamente sistemática, un (para)pensamiento cerrado, sin grietas, que aun a los médicos puede sumir en la perplejidad, por el tratamiento y por la dificultad para detectarlo. Cuando un trastorno de éstos afecta a un joven o a una joven, cuando se puede vaticinar una vida difícil, de sufrir uno y hacer sufrir a los demás, no podemos evitar el malestar, aunque el caso nos toque más bien de refilón, por ser una persona que conocimos en otra época. ¿Cómo podríamos conocerla ahora? ¿Se conoce ella? Pero aquí debe callar el pudor…
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