30 de abril de 2007

Experiencia

(Lenguaje)

Buscar el significado constituye una enfermedad de orden lingüístico: se rastrea la intención oculta detrás de todas las huellas de significación dejadas. La intención captada, un objeto para la intuición (transparencia inmediata), se da en el origen mismo de la era de los psicotécnicos, esa derivación "epocal" de la frenología: cada época tiene sus locos, y sus signos de inteligencia.

...

¿Por qué no relacionar la normalidad del lenguaje, tal y como la establecen los filósofos de vanguardia, con el tratamiento médico-político de las patologías lingüísticas, que corresponde a los administradores de la cosa pública? Naturalmente la palabra ha sustituido a la razón de la que emanaba; sus clasificaciones retóricas y contestadas (pues siempre se puede seguir hablando, replicando) a las categorías de raigambre, incontestables. No obstante, los términos de la discusión siguen siendo los mismos, aunque ahora se pronuncien con la boca pequeña, entrecomillados (post, neo, etc.)...

***

(Richard Overy, Dictadores)

Al aficionado lector de libros de historia le intrigan dos hechos (la impresión que dejan en su cerebro):

1. El aire de familia que tienen esas personas; no entre ellos, sino con nosotros mismos: tan dispuestos a repetirlos en sus maneras y en sus actos.

2. La dificultad de emitir un veredicto moral acerca de lo que se está leyendo (el discurso, un discurso): habría que imaginar la posibilidad de invertir la secuencia de los acontecimientos. Lo que sucede es que si esta posibilidad se realiza (en la mente, claro) esos mismos acontecimientos, ahora percibidos como libres, dejan de tener una explicación. Lo cual importa, ante todo, al filósofo prácticamente orientado, que ha tenido la intención de comprender, mínimamente, la raíz del mal.

***

(Una tarde en el campo)

Contra el sol, la hierba alta brilla con un verde dorado, de vaivén: los niños lo ven por vez primera y lo rescatan los viejos que lo pierden.

/Escribíamos en piedra las impresiones, dejando fósiles de nuestra vida: habíamos dejado de creer en la resurrección./

29 de abril de 2007

Referencia

Al finalizar su camino especulativo nuestro hombre emprendió una bucólica retirada:

"Un objeto ahí dispuesto para su identificación: la filosofía era la policía del pensamiento. (Un estado policial no deja de ser un estado filosófico, sistemático, presidido por un valor moral supremo: el horror vacui.) Quien emprende el viaje hacia el objeto se ha de encontrar con múltiples dificultades: porque la cosa no se entrega al primero que llega, pues ella tiene una idea del amor bastante más compleja que la de la conquista fácil.

El amor-filósofo del sabio fracasado (él se confiesa esto en secreto) se enreda entre las palabras, jugando y entreteniéndose durante el camino, hacia un interior-verdad en el claro del bosque: transparencia que viene de arriba, del cielo en lo alto, del sol, anunciándole una imposibilidad nueva: encerrado al fin con su verdad, se sitúa ante la alternativa de renunciar a ella y desandar el camino o mirar al cielo desesperado.

En un caso, el vacío de tener que volver a empezar; en el otro, la idea terrible del acabamiento. Conociendo esto no puede gozar del mismo viaje: conducir su coche le parece una tortura (que termina adormeciéndole peligrosamente); y también para la conducción de su pensamiento se encuentra con su incapacidad."

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(Domingo en A. ¿El coche? ¿Primavera?)

La mujer joven salió disparada del asiento delantero del coche aparcado (un VW Passat azul oscuro, nuevo), iba dejando caer su belleza por la acera -ella andaba rápido, nosotros la veíamos-, hasta que encontró el cajero automático: ¿Quién vio esto? ¿Qué celebraba la mujer?

Babelia, 28 de abril de 2007

ISIDORO REGUERA: Para una historia de la cibercultura

[Crítica de un libro de José Luis Molinuevo: La vida en tiempo real. La crisis de las utopías digitales.

Escolarmente dicho: hay aquí un magnífico contexto para la filosofía de nuestro tiempo, y para la identidad personal que se acerca a ella: pensante, indecisa. Ahora bien, ¿cuál puede ser la referencia empírica posible de la siguiente aserción -en palabras de I. Reguera-, que propone las cualidades del "ciudadano digital"?: "Se trata de encontrar a un ciudadano estéticamente correcto que sea capaz de vivir en el presente. Dicho de otro modo, una educación del gusto que nos lleve a una responsabilidad, tanto individual como del espacio público." ¿Quizás un superhombre que sea a la vez un consumidor concienzudo?]

La hija de J.

(De un sueño, que no es mío)

Vio que se le acercaba. Había dejado su mundo blanco definido de orden y silencio. Había vuelto. Le dijo a mi esposa que estaba muy guapa. Mi esposa, sin poder aguantarse las lágrimas, le contestó que ella sí que estaba hermosa: con la hermosura de la vuelta, lo que no esperábamos -pienso ahora yo.

Tenemos piedad de los sueños y de nosotros mismos, de las vidas truncadas que habrían podido acompañar el curso del mundo, para poder retornar al cabo de los años como la imagen de la madre vieja (este sueño sí es mío). La joven muerta ha vivido de nuevo, y ésta es una impresión intolerable, cuando se despierta y se devuelve la alegría a su irrealidad nocturna y perecedera: a un orden definido del ser, pacífico y frío.

28 de abril de 2007

Sin descanso

(Un viaje)

Viaje a la cercana ciudad de M., capital de la comunidad autónoma del mismo nombre: dolor de cabeza y algo de desgana, que luego se soluciona en parte, para volver al tedio sentido -a causa de la ciudad y sus números, y se trata de una ciudad mediana- avanzada la tarde: el pensamiento de la ciudad evoluciona como las fases diarias de una enfermedad (v. gr., la ciudad es dócil compañera de la neurastenia).

Pienso que los habitantes de M., los actuales y los ya desaparecidos, exactamente igual que los habitantes de otras ciudades (yo también lo fui en los años ochenta, pero sabía que aquello era provisional: en la ciudad de G.), están hechos a una idea de la libertad diferente a la mía; ni mejor ni peor, sólo distinta: creo que más abstracta o perspectivística. En parte sé lo que quiero decir con "abstracción" o "perspectivismo", porque podría referir la ocupación "concreta" de mi querida independencia a una continuación ingenua de los grandes asuntos, como por ejemplo Verdad y Bondad, Justicia y Belleza, etc.

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(Suplementos culturales)

Lógicamente, sin tiempo para la lectura de los acostumbrados suplementos culturales, aunque el de Abc trae hoy la interesante cuestión -a priori- acerca de las ciudades del presente y del futuro, acerca de las megalópolis: Nueva York Vs. Shanghai (en resumen). Sin que yo conozca ni poco ni mucho el tema, ocupado como estoy con las grandes cuestiones, me da la impresión de un cierto asentamiento de la jerga postmoderna en el terreno de la reflexión política: pues por esa razón interesan las ciudades. Me explico (a mí): si Nueva York se termina -ahora- como un simulacro de sí misma, si Shanghai se define, a su vez, como un remedo neoyorkino, el observador (el que lee, el que piensa) no sabe a qué atenerse acerca de lo que sigue siendo esencial: el funcionamiento interior de las ciudades, mucho más tradicional y resistente que lo que deja suponer la capa estética superficial. A este respecto, comenzaremos por preguntarnos qué tipo de relaciones hay en Nueva York y qué tipo de relaciones se dan en Shanghai.

Igual soy algo injusto con los textos en Abcd de D. Rodríguez y F. Castro Flórez, porque aunque no aportan ninguna solución sí puede que traigan el problema a un primer plano, con tal de que el lector sea capaz de reflexionar (una vez que no esté cansado, como lo estoy yo ahora), lo que es mucho más importante.

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Dejo pendiente el tema de mi apatía, o de mi nerviosismo monotemático; así como el retrato de mi querida oficinista (que es una observación sintética que voy tejiendo en los paseos diarios).

27 de abril de 2007

Lord Chandos

(Witgensteiniana brasileira:

Todavía no he comprendido el significado del famoso relato de Hoffmansthal: no desecho la idea de que cuando entienda su sentido me calle.

Y tire también la escalera, claro.)

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Mi memoria es un cauce seco, la ausencia de un río.
De repente no sucede nada, sólo que el soneto se encuentra en su forma.

...

Tu obligación es la misma: perentoria es la palabra que se te ocurre; nadie te exige más que tu sola conciencia, que sabes que está sola.

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Se imagina un lecho sin agua, recordando mínimamente que por ahí solías caminar: esto nada más recuerdas, al pensar que la muchacha del bar te suena vagamente, aunque sea mucho más joven que tú.

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[Contradicciones de lo escrito]

(1. El espíritu anota, la mano piensa. 2. A los días -el tiempo- les corresponde su obligación de Diario. 3. Finge quien es.)

Un día de verano

En la memoria –espejo movible y borroso, agua turbia- mete su mano el narrador, queriendo encontrar algo de vida, distinta de la facilidad del presente: ese hombre mayor que cruza delante de mi coche por el paso de peatones, un poco desorientado, es el mismo que hace unos treinta años nos llevaba a mi madre y a mí a la playa de San Juan de los T. Me acuerdo de que un día estuvimos a punto de sufrir un percance serio, me parece que por un adelantamiento peligroso que hizo: un niño olvida pronto eso y goza del agua y del sol, y, antes de todo, de la promesa azul infinita de un día, vista de lejos: el mar.

(El narrador, figura enteca del lenguaje literario, ¿debería tener deseos? La pregunta traslada al interior de la lengua la duda que asiste al autor acerca de la –su- relación con la vida.)

26 de abril de 2007

Animal de costumbres

(Speculus mirabilis)

Dos salidas para la prudencia:

a) hablar sin convicción o con demasiada convicción, dejar que la estupidez de tu lenguaje te retire o que te retiren, y confiar en no perder el saludo...

b) inventarte una ocupación para la que es evidente que no estás dotado: intentar poner paz cuando tu alma es un conflicto continuo.

***

-¿Qué piensas?
-Paseo. Así no pienso.

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(Esta tarde)

Con otro ánimo.

Pero qué difícil es estar a la altura de lo que me ha tenido que decir este hombre. Alto de moral = alto de ánimo. Pues el alma debe ser fuerte para tener que decirse cosas así, y aguantar el tirón del tiempo y de la esperanza. (Y que así sea y el cuerpo aguante.)

***

El alma de los historiadores también tiene que estar hecha de hierro.

La lectura de Dictadores, el estudio comparado (paralelo o simultáneo, más bien) de las dictaduras de Hitler y Stalin, por parte de Richard Overy, encierra -para nosotros- en el magnífico guante de seda del estilo del historiador británico una de las más podridas lecciones que puede dar el siglo: cómo se va deshaciendo la prudencia del ciudadano en comodidad, complicidad y, finalmente, en participación directa en el crimen. Aquí los filósofos-teólogos (W. Benjamin) encontraron una mina, que luego les mató.

("Encerrar" no es el verbo adecuado.)

25 de abril de 2007

Diario/s de trabajo

(Un aire ridículo: las galas del mundo)

Es el envalentonado cantar de la propia honra -normalmente no se es así. Hasta que se aclara la situación, muere en mí la honra herida y todo cobra el aspecto risible de una mala interpretación de un mínimo acto. Me gustaría estar a la altura de lo que conozco, y no pensar siquiera en que haya nada que disculpar.

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(Descuidos)

De las obligaciones familiares, aunque no soy yo solo -pero me parece que me llega la mayor parte de responsabilidad, y por lo tanto los mayores fallos, la conducta que hay que afear. La cosa ya va quemando, y el silencio es lo peor.

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(Conversaciones)

Libros: tenía la intención de convertirse en un hombre culto y desgraciado, dejando en la duda acerca de si era lo primero la cultura o el infortunio (es decir, la base de su realidad: si es que alguien le importara eso...). Alguien dice, en ese momento, que ya es algo contar con un lugar para el infortunio. No sé si lo entiendo: quizás se refiere a la voluntad (en particular a alguna mágica voluntad específica de estilo, un sello de individualidad o un asunto similar), a la inercia (meramente: seguir adelante), o puede que se refiera a una definición o autoaclaración, que condiciona todo el resto (ego fallor, ego sum).

Tener algo, una casa, un hogar, una desgracia: materia para la razón narrativa, diaria.

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(Deber)

Sólo uno: estar a la altura de mi compasión cristiana, practicarla con el otro igual que se practica con uno mismo. ¡Qué difícil es!

(Dios ayuda, quizás. ¿Me ayuda a mí? ¿Tiene sentido plantear esto, por lo menos? ¿No va la respuesta ya incluida en la pregunta -o la falta de respuesta?)

24 de abril de 2007

Solitude

Encontré al azar este fragmento del otro:

"No vinieron los ángeles esta tarde: reservaron el mensaje que indica su nombre -la obligación a la que se deben- para una ocasión mejor...

Me habrían podido explicar un procedimiento para poder expresarme correctamente, según la necesidad de cada momento, en vela o en sueños, razonable o loco, frío o enamorado... para encender la luz de la palabra, solicitada por el interior del pensamiento, necesitada de salir y contar...

... me habrían podido explicar, también, la querencia que tenemos por llevar razón a costa de otro, del otro y los otros, y que nos va destruyendo."

Entiendo que se sintiera avergonzado de escribir/se estas cosas, y que con un último resto de decencia se fuera retrayendo del mundo y sus conversaciones.

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Otras cosa: el horror de la vida social, del denominado trabajo -la gloria marxista consistente en la transformación de la naturaleza, al servicio del hombre, del último humanismo. Si ya es difícil manejarse entre pares y con los superiores, falta aún desarrollar una paciencia infinita (léase prudencia o santidad) para imbuir en el alma de los futuros ciudadanos de esta república o reino un mínimo sentido del decoro, aquello que se muestra en el ajuste educado de la conducta a las normas, para no dar la impresión a terceros de que se está logrando la formación (exhaustiva) de un imbécil. (Pues eso.)

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Al respecto de lo anterior (efectivamente), y del problema general de las verdades condicionales de la tarde anterior que se lleva el descanso nocturno (tan delicadas y perecederas como los sueños son esas pequeñas enunciaciones con el esqueleto de la lógica): quizás se trataba de las veces que me he entregado a algo o a alguien, y lo chamuscado que he acabado saliendo, es evidente que bajo mi entera responsabilidad, y sin acabar de escarmentar. (Porque verdaderamente a nadie más se pueden atribuir los actos del yo, de un yo -que escribe. Tiene que ser autor de su escritura y de su vida; no importa que mienta: auto-bio-grafía = auto-ficción.)

23 de abril de 2007

La fórmula de la verdad

Dormir, los sueños, nos hace perder aquello que habíamos pensado. ¿Qué habíamos pensado? ¿Cuándo? Sólo es seguro que lo pensamos: ayer por la tarde, anoche...

... se trataba de una verdad incontrovertible de nuestra vida (así se viven las opiniones ocurridas en un momento: posteriormente podrán revelarse incomprensibles). Tiene (tenía) que ver con la caída: todas aquellas ocasiones en las que hemos salido perdiendo. Por lo tanto, ¿por qué jugar?

Se expresaba mi verdad (fáctica, dolida) como un condicional (¿igual que toda verdad?): si "p" entonces "q" ¿Por qué "p" -me preguntaba, rebelde? (Esto es: podemos salir bien librados si logramos quitarnos de la situación peligrosa, aquella que nos hará sufrir.) Como tal fórmula lógica, la expresión vale para prácticamente cualquier acontecimiento del universo, real y posible: de hecho puede suspender la creación, ab initio.

Entonces nada: la suspendida será mi memoria, que recordaba su deber de recordar; sin entender lo benévolo o nocivo del descanso y el olvido. Queda ella, de esa manera, entre dos aguas, indecisa como su amo...

Las quejas, habrán de ir dirigidas al lenguaje, que nos sorprende: un amor que llega a nuestra cobardía. Ésta recupera el calor por un momento, se hace la ilusión de ser valiente. (La pusilanimidad surge como la renuncia a ser.) El lenguaje podrá respondernos con el silencio, el origen del dudar y de la soledad.


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Si abrimos el Libro del desasosiego de Pessoa/Soares, y leemos el parágrafo 228, sabrá mi memoria salir con bien, esta vez, de sus fallos: la moral apuntada el 18 de septiembre de 1931 consiste en una retirada que no deja lugar ni al hacer ni al sufrir bien, dados los límites de nuestro conocimiento y la posibilidad de errar. Para un joven, ésta será una moral mezquina de renuncia, hastío y frialdad. Pero yo sólo veo un gozo, final, que redime la muerte dentro de una recuperación artística de la vida. Estetizante, no; mística o panteísta, may be.

(Ahora bien, nadie nos obliga a mirar el libro del feo portugués y sus pesadas anotaciones de hace tantos soles, esta tarde mundana y tímidamente primaveral de un abril de diferente siglo. Así de grande es nuestra libertad, o su falta.)

22 de abril de 2007

El mirador de Iris

(Los vivos y los muertos)

Al final de la calle del Muro (en uno de sus extremos, en el otro da a la plaza de la iglesia), llamada así por la construcción en piedra que protege la parte baja del pueblo de las avenidas periódicas y terribles de la rambla, estaba una de las librerías-papelerías de A. Había otra en la Avenida Pío XII, regentada por un matrimonio mayor. En el lugar de la primera, una vez rehabilitada la vivienda, se encuentra un bar de clientela mayoritariamente inglesa, que se hace ilusión -en el mirador acristalado- de ver una escena romántica que no existe (delante de su ojos sólo está la piedra y el cielo de nubes lentas); en el lugar de la segunda hay una joyería (y acabo de recordar que no he recogido el reloj). Creo que los propietarios de las dos librerías deben haber fallecido ya todos, aunque le perdí la pista al matrimonio mayor. Pensando esto, no puedo evitar sentir cierta vergüenza de mis pasados errores de adolescente, que supongo que habrán prescrito. Pues no me abandona la idea del alma suspendida de los muertos (empezando por mis padres) vigilando la conducta de los herederos, por ver si han progresado en la vida, convirtiéndose en personas de provecho. Intento (y es lo que más dolor me produce) que mis errores pasados se hagan prudente consejo en la educación de mi hija, supongo que sin lograrlo, a pesar de la buena intención. También a los vecinos les debemos, porque siendo nosotros jóvenes nos hacían sentir como personas.

Hace unos años, en el taxi (¿de línea? ¿interurbano?) que cogíamos para ir a Granada, coincidí una vez con Juan, el marido de Iris. Tenía que ir al hospital, y no sé si es de ese momento, o de otro cercano en el tiempo, una conversación acerca de su problema de salud: "¿Eso duele?". La pregunta me rebota ahora, unos veinte años después, y la idea de que al hombre le quedaba poco tiempo de vida, una impresión que no tiene por qué ser correcta, aunque me angustia. Es mejor pensar que la deuda la tenemos también con los vivientes: como el propietario de la confitería, que todavía me saluda (y no es que le diera motivos para no saludarme; quiero decir solamente que no se ha olvidado de mí, así que igual no fui un muchacho tan atravesado).

¡Qué injustos somos con los viejos! Nos cruzamos con ellos por la calle, o los adelantamos: ellos se apartan respetuosamente, pidiendo perdón por su torpeza y achaques. Pensamos, creemos o manifestamos con nuestros actos que ya no tenemos que aprender nada de ellos. De vez en cuando se nos ocurre imaginarnos con su misma indefensión, y lo difíciles que son estos cálculos, sobre todo para los espíritus aprensivos: Joseph Brodsky recurre de vez en cuando a la figura de sí mismo como un anciano (¿se trata de una falsa interpretación mía?, ¿debería decir "parece recurrir" o "supone"?). Lo improbable de su realidad, en la propia percepción del enfermo Brodsky, asienta en el lector la percepción de la deuda y su difícil lugar en la vida, como individuo. Brodsky murió joven, cincuenta y cinco o cincuenta y seis años, lo que nos provoca cierta inquietud cada vez que me cruzo con un viejo que me saluda amablemente desde su portal, y que sabe, ciertamente, mucho más que yo.

21 de abril de 2007

Abcd

(21 de abril de 2007)

Fernando Iwasaki, "Cuatro (ale)gatos a favor de la lectura"

La literatura forma parte esencial, en efecto, de la transmisión cultural, de lo que se puede denominar "educación sentimental", visto desde el lado de la valoración propia que hace cada individuo. Éste prosigue la cadena, esto es, (se) reproduce la sociedad.

Forma o formaba parte, más bien (o más mal), una vez que nos vamos haciendo conscientes del escaso valor de uso del dominio lingüístico avanzado: no está claro que un consumidor perfecto (ciudadano del siglo XXI) precise del conocimiento depurado de la exactitud poética. ¿Pesimismo? No. Vida diaria. Aparte de que la acusación de derrotismo representa una fácil "tentación totalitaria" (así se titulaba un libro de J. F. Revel).

Socialmente, el conocimiento libresco no significa nada: legiones de pedagogos pontificaron acerca de la facilidad que tiene el alumno para conocer el saber contenido en los libros... en Internet. Esto es falso, aparte de hacer sospechar acerca de la competencia erudita/cultural del que sostiene la falsedad (por no decir de su amor por el texto impreso: fatal, ruinoso, exclusivo). En fin: el arrumbamiento de la teología nos trajo el final de las bellas letras (y de la filosofía y la historia). Así que no nos alegremos -tanto- de que los dioses se hayan ido.

***

Mercedes Monmany, "El martirio de Mandelstam"

Un país que mata por la poesía es que respeta la poesía, realmente. Esto lo dice Mandelstam. Y un chequista cínico y previsor le puede señalar al poeta que es él mismo (el poeta) quien se conduce de la mano al patíbulo. De eso se trata, de una libertad que no tiene que consistir en ruido (política), que puede limitarse (y es el todo) a un diálogo o aclaración consigo mismo. Santidad de la palabra, la muerte en vida de los mediocres. (No recuerdo si en la edición electrónica del suplemento de cultural de Abc, pero en papel viene la foto de "delincuente" de Mandelstam: un hombre ya maduro, de frente y de perfil. También la fotografía de su esposa, Nadiezda, ¿joven?, bella y soñadora.)

Sucesos

Siempre es más difícil ser generoso con los ojos que con las manos, pues los ojos no pueden mentir y ofrecerse falsamente... con esa severidad de un verde turbio que se aparta tímidamente, al pasar.

Los ojos se pasean, encuentran a otros que vuelven la mirada, se van hacia la calle... todo esto sin pensar, porque no quiero comprender, ni que comprendan...

... no es la luz que se cierne sobre mí lo que yo quiero, los ojos extraños, sino mi propia luz modesta, y unas pocas palabras calladas, que tropiezan en la frente.

20 de abril de 2007

Crisis? Qué?

Cuando era más joven y sentí, casi de repente, el prurito de investigar (tentación de la que me arrepentiré toda mi vida) conseguí hacerme con y leer algunos buenos libros, que no me debieron aprovechar lo suficiente a causa de mi mala inteligencia y mi muy torpe o escasa voluntad. Uno de esos libros era el magnífico (para mi gusto) estudio del sociólogo Jesús M. de Miguel acerca de las autobiografías (Auto/biografías, 1996, CIS), pues entonces me interesaba el socorrido tema de la presencia de la ficción en la autobiografía y de la autobiografía en la ficción. (Ahora no me interesa el yo, ni el mío.) Pues bien, por lo que más agradecido estoy al libro, y al autor, es por la bibliografía final, sucintamente comentada a veces, que me permitió saber (y leer) algunos de los textos (del género de las historias de vida) que más me han impresionado (y le estoy dando un tono serio a todo esto, cuando yo no quería). Recuerdo ahora sólo dos (podría nombrar muchos más): Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, y Hacer la América, de Juan F. Marsal. Otras magníficas historias de vida, como las de Sutherland (sobre la "carrera" de ladrón profesional), Carlo Ginzburg y Thomas/Znaniezki (extractada en la versión española del CIS) son deudas pendientes.

Pero mi interés -ahora, esta tarde de incipiente y tímida primavera irresuelta- no pasa de lo anecdótico y algo frívolo. En efecto, uno de los títulos mencionados en la bibliografía es un estudio monográfico de Stanley Brandes sobre la supuesta crisis auto/biográfica en torno a los cuarenta años de edad (1985, University of Tennessee Press). Que yo sepa no está traducido al español. Aunque sí un capítulo que me apresuré a fotocopiar en uno de mis viajes a la Universidad de A. Está recogido en el tomo 50, cuaderno 2, año 1995, de la Revista de Dialectología y tradiciones populares, con el título "¿Qué significa cumplir los cuarenta. Cultura y crisis a mitad de la vida". Brandes defiende que se trata de una interpretación cultural sin implicaciones biológicas claras. No obstante, la lectura del texto dista mucho de hacer menos alarmantes los signos y síntomas de ese pasar del tiempo biográfico meramente cultural. Cuando terminé de leerlo, pensé que era una pena no haber conocido al estudioso norteamericano, convencido de que yo mismo podría haberle dado algunas informaciones quizás pertinentes, al respecto. A eso iba. ¿Por qué habría de fijarme ahora en el cabello rizado, recogido hacia atrás, encima de la frente clara?

19 de abril de 2007

Errores

Por alguna razón que para mí permanecerá incomprensible, y que no cabe atribuir a la verdad tecnológica de la página www.blogger.com, sino a mi ignorancia culpable, la entrada "Cartas" de 17 de abril (debía salir el 18, además) aparece truncada, aunque en principio se había publicado bien. El mundo no pierde nada porque alguien pierda, olvide sus palabras o se calle. Pero algo de desazón alcanza al pobre escribidor impresionista: puesto que la escritura electrónica es el todo (de ahí que la subjetividad particular sea tan pequeña: son tantos para repartir, tan pocas las cosas de que hablar, aparte de los gratos chismorreos), se lleva mal que se pierda la mínima experiencia.

¿Qué decías?:

1. Los brazos, los que asoman: mencionaba también la belleza del rostro, algo triste o furtiva, nacida de la elegancia o de una seriedad que no terminaba de comprender (¿indiferencia?)... Naturalmente que no es esto lo escrito/borrado (de forma misteriosa, repito), porque la memoria es escasa: nunca se recuerda lo que se escribe, que no es uno mismo, más allá de unos pocos segundos. Sólo recuerdo la obligación de decir.

2. Como un apunte más personal, si tal cosa cupiera, me refería a lo que los trabajos tienen de más prescindible, superficial o mezquino. Una percepción infinitamente reiterada y reiterable. No sé si tanto la frialdad que van dejando los formularios en nuestras almas, el tener que girar en círculo como en una condena. Hay quien se adapta más, yo no.

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La tecnología me produce aburrimiento: como todo aquello que se ignora. Por lo tanto el aburrimiento es culpable, ya que la ignorancia siempre se puede (intentar) remediar. No tengo ninguna soberbia acerca de este asunto, ni prejuicios (siquiera). Sólo que me parece una burla la alegría cientificista-tecnologicista del progreso alcanzado. Porque no se trata del mesías, sino de un amo terrible y embrutecedor (si se le deja).

Agradecería mucho más tener buena memoria acerca de lo que pienso y escribo.

¿Para qué? Para nada, por la simple alegría. Pensar es como caminar, y mejor sin método: aunque bien se sabe que no hay camino sin método: nada más que desorientación y locura. Sea.

18 de abril de 2007

Obsesiones...

... aquel único punto que no te quedó claro. Estás dándole vueltas, y los gestos mismos en los que te descompones, tú el ausente, te desarraigan de los demás.

Paranoia: tu interpretación de los hechos; pero también la apariencia de las conductas ajenas, que parecen solicitar un culpable para poder seguir viviendo en la alegría.

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La burocracia es la obscenidad delictiva de la vida social.

17 de abril de 2007

Cartas

A G.

Sea tu fracaso una hermosa flor nocturna, la tuya, la única. Tú, que conociste a una de las mujeres más hermosas que he visto, lo que yo le certifiqué a ella misma, que no supo más que poner una cara de orgullo y modestia, agradecida. Después se fue, ignorando las heridas que dejaba...

(Bien es verdad que otras veces me pasó adorar unos brazos que asomaban por debajo de una blusa negra, casi enfrente de mí, a la vez que se ruborizaba, dejando escapar su belleza al aire: eso hace tanto tiempo que me da verguenza escribirlo.)

Ahora lo tienes más difícil, pues a tu edad es más probable que mueras (aunque la genética, por lo que sé, te predispone a lo contrario). Tu dolor va más por otra parte, el tuyo, el de todos: tener que empezar, igual que si no hubieras ido a ninguna parte...

Distancia...

... entre la interpretación objetiva de los hechos: la racionalidad exhibida por los dirigentes de las dictaduras (no me atrevería a considerarla prudencia, pues ésta depende del ejemplo de personas sabias/modelos), incluyendo el manejo de las divisiones -intereses, ideas- entre los partidarios y un cálculo de las circunstancias que se acerca a la genialidad del ajedrecista.

Por otra parte, esa misma racionalidad no excluye (al contrario, es su necesaria consecuencia) la realización más extrema del crimen. El adjetivo adecuado debería ser "descarnada", a causa de la frialdad de la práctica política, traspasada no pocas veces a la reconstrucción histórica posterior. A pesar de todo, no se puede vencer la impresión de que los peores elementos de la sociedad, la canaille o la chusma, se confabularon para llevar a la perfección el crimen -entonces se le conoce como banalidad, o totalitarismo, porque sólo depende de la estupidez y la irreflexión (porque no se ha practicado)

... y una miserable subjetividad que se queda en fragmentos nacidos del azar. ¿Cómo denominarlos textos? (No hay materia que los soporte, no los asiste la razón, no son pagados. Una ironía, evidentemente. ¿Una ironía?)

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La misma distancia que entre la Ley (la única, la santa, la moral) y mi conducta, la colección de hechos que reclama una conciencia que los soporte. Poveretto!

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La ocupación intelectual con ciertos acontecimientos necesita de una dureza que no es fácil tener. Que no entre aquí el que no tenga la sangre fría y el estómago a prueba -parece/n decirse/nos.

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"Creí haber escuchado que me llamaban, conminándome, casi, a volver la cabeza y mirar, a entablar conversación." Conviene tener cuidado con este tipo de cosas -pensó mientras volvía a casa.

16 de abril de 2007

Renuncia...

... a la ambición: esto consiste en el olvido de circunstancias y personas,

...un desapego, la afición por el aire frío, puro, solitario,

...no es de la ciudad... ¿Por qué? Quizás en una ciudad no se deja nada al margen, de una forma definitiva, sino que se queda en la memoria de alguien, en sus juicios e intenciones. No lo sé. No recuerdo por qué llegué a pensar que una actitud como la renuncia se lleva mal entre la multitud. Quise dejarle espacio al abandono, pero éste únicamente requiere la extensión pura de la independencia.

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No tengo capacidad para completar las sugerencias, para cerrar los puntos suspensivos: los apuntes ocurren... y ahí se quedan, interrogantes, desconocidos. También me cuesta designar realmente las condiciones de esa incapacidad. Esto sería como poder curarse a sí mismo, lo que para un aprensivo vocacional no deja de ser un arma de doble filo: porque necesitaría la enfermedad (mental) para percibir la conciencia de mi poder de curar. No, definitivamente escribir no cura, aunque distrae.

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Con los apuntes de urgencia sucede como con los sueños: debería ser preceptivo dejar que las manos fueran inmediatamente al teclado, como debería serlo saltar de la cama y anotar lo que se acaba de soñar. Es fácil interpretar los sueños, cuando sus "símbolos" no hacen más que recombinar malamente la prosa del día.

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No se es lo escrito, ni quien escribe, ni siquiera se es cuando se escribe. Se trata -el texto diario- de una excepción: el resto, aquello por lo que se escribe (justamente), suele ser lamentable, un horror continuo. Y vuelvo al principio: mi pequeño decálogo de temporada, contenido en un único mandato, el de no ser lo que no se es (distanciarse un poco, poner en marcha la memoria selectiva).

Algo de esto sostiene Joseph Brodsky en algún lugar de Del dolor y la razón, me parece recordar.

15 de abril de 2007

Privacidad y propiedad

(Discusiones en el trabajo)

Privacidad y propiedad: pues realmente no se trata -no se trata tanto- de la cantidad de bienes que tiene uno, intercambiables por dinero; se trata de la capacidad de situarse en un reducto apartado, ajeno a las miradas: el que se busca un espacio diferente busca también que su tiempo sea sólo suyo -no de los demás, sean reglamentos (democracias parlamentarias), sean utopías totalitarias y totalizantes (dictaduras).

Cualquier intento colectivizador o planificador tiene que encontrarse de bruces con este imperativo de subjetividad, el instinto kantiano (sí, burgués, lo confieso) de la sociabilidad insociable (ni contigo ni sin ti: descontento siempre). lo mejor que puede pasar entonces es la humorada consistente en que todos conocen que el correspondiente plan quinquenal falla gloriosamente, sin que la sangre corra: es el inicio del (retorno al) humanitarismo...

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Casi le cambiamos el significado al tiempo: no ya lo que desgasta, midiendo, nuestras vidas y nuestros cuerpos, sino el clima. Volvemos a los inicios: las estaciones, el tiempo de la siembra y de las cosechas, dependientes del sol, del agua y del frío -en la era del vacío postmoderno, del nihilismo alegre.

(No sé si se dará cuenta cierto prócer que atribuye la lluvia benefactora en el sur al muy excelente gobierno de su partido; no sé si se dará cuenta -recordando- de la responsabilidad que el general trasladaba a la pertinaz sequía.)

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Observación (casi) participante: la pareja madura que llega, me parece un matrimonio que aprovecha la tarde para salir. Pero se sientan demasiado cerca uno de la otra, indecisos y suspicaces, conspiradores prácticamente. Los sigo con los ojos y me siguen, sobre todo ella, que me pareció bastante mayor, al principio...

Fuera se ve la danza eterna de los coches: el bar está en una esquina -y se puede mirar también el paso de las gentes que miran adentro un momento, y continúan o entran.

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(Fe de erratas: entrada de ayer, 14 de abril)

La corrección lingüística es la obligación moral del pobre: ya que se le han concedido unos derechos (hablar, escribir), no se le permite faltar a las reglas del estilo. Debe leerse lo que ha escrito y enmendar los errores.

14 de abril de 2007

La tentación de la subjetividad

(Ayer)

Tarde: visita a H. O., al recién inaugurado Teatro. Una exposición de pintores de la localidad. Algunas de las pinturas son (carnalmente) tentadoras. Incitan a pensar acerca de la mirada y su objeto: no ya sólo acerca de la cualidad de la representación (what), sino acerca de quién es el sujeto de la representación (who).

Nunca termino de mirar el viejo edificio de las cuatro torres. El tejado, a cuatro vertientes, está un poco vencido por los años, pero los muros se mantienen tersos, limpios y sin grietas. Cuando viví allí, a finales de los 90, durante casi dos años, me gustaba imaginar por dónde podía ir la restauración del palacete. Supongo que la incuria y las peleas de herederos de una familia venida a menos (al desorden, según quiere uno imaginar) han conducido a este impasse de ventanas de madera con los cristales rotos, que es lo que se ve desde la calle, a través de la verja de la finca, tampoco en demasiado buen estado. Pero me agrada mucho ver la hierba creciendo entre los escalones de granito, los pedestales vacíos de la escalinata (¿quién se llevó lo que había encima?), la alberca sin agua y las palmeras lánguidas.

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(Periódicos)

Acerca de la blogosfera, en Abcd, 14 de abril (año laico nº 76, para algunos): muy interesantes las aportaciones de Antonio Lafuente y de Miguel Marañón Ripoll. (Entre paréntesis, no deja de ser irónico comentar en un cuaderno de bitácora -oh, sí, toda escritura lo es- lo que se opina en los medios públicamente reconocidos acerca de los blogs. En este caso la ocupación es grata, dada la ecuanimidad de los juicios de los colaboradores de Abc.)

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No tendría sentido un resumen de los artículos. Dejemos volar la improvisación, la subjetividad, esos pecados de la escritura inmaterial:

1. Alfabetización, universalidad del derecho a hablar y, ahora, a escribir. No hay peligro... de no ser privilegiados, con nuestras memorias, todas escritas, el testamento en la red... otros peligros insisten/existen:

... porque ya es algo cuando se reconoce el derecho a hablar, la mínima paridad del logos en la plaza, el respirar el mismo aliento de los gobernantes antiguos y los advenedizos en la plaza. Esto debió ocurrir, en algunos lugares, en plazas concurridas por ociosos. Quizás habrían regresado de sus viajes y estaban a la espera de embarcarse de nuevo, de surcar los caminos. En estos no-lugares, pues sólo provisionalmente se habitaba en el ágora, la filosofía nace idéntica al nomos. Actualmente, la filosofía escrita -la memoria personal, autobiografía o autoficción- constituye un privilegio -una ley limitada- de los occidentales, poco atentos a peligros más reales, que no son los propios de la autoridad, académicamente concebida, virgen y protomártir: vid. el artículo de Florentino Portero, Chantaje islamista, en el mismo número de hoy de Abcd.

2. El prestigio corporativo: un enunciado al que asiste (¿nada más?) su propia fuerza de enunciación, la vieja creencia, la amiga más estudiosa, la que asusta a los niños que son buenos y quieren ser meritorios...

... un mi amigo cifraba su vida en los libros, las bellas mujeres y la adquisición -improbable, en su caso- de coches caros de marca alemana (Mercedes, BMW, Audi), sustituibles por los modelos franceses más lujosos (si no hubiera más remedio), así como en la compra de una pequeña propiedad inmobiliaria a ras de playa en la que entretener las largas cálidas tardes de verano sorbiendo con mayor lentitud, si cabe, los daiquiris de fabricación local (doméstica, inclusive). Muy por la tarde, a la hora exacta del crepúsculo (también por la mañana, a una hora similar de mágica fusión, de la sombra que se va y la claridad que nace al día) podría pasear por el malecón, mirar hacia los otros chalets, y hacerles saber (a ellos, agazapados detrás de las ventanas, con los ojos llenos de playa) que también él (oh, si) es un propietario de espacio enladrillado y rabiosamente confortable.

Toda su felicidad se quería resumir en el ingreso en la academia, aunque no le dejaban, y él iba y venía a las puertas de aquel lugar alzando la frente, pavoneando su orgullo...

13 de abril de 2007

... para bellum

(Amor y guerra)

Escribe lo que escucha, lo que ve -sin entender: diálogos inconclusos, palabras a vuelapluma.

No aprehendido, lo que es pasa de largo: los ojos.

Tampoco entiende lo que (le) pasa.

No (se) es mejor que ellos... un poco peor, quizás, porque no se está muerto, viviendo -ya, del todo- el silencio... olvidada la querencia de las respuestas, destruido el cuerpo (holocausto).

Igualmente, del mismo modo: en los no-lugares (Marc Augé) la muerte, el horror: la selva de Conrad, los aeropuertos, las estaciones de tren, los edificios del progreso: vuelve la religión, la cara odiosa. (Se es libre al cruzar la plaza de la iglesia. Al escuchar las campanadas y preguntarse qué ocurre, y seguir andando.)

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Joseph Brodsky: un lujo para la inteligencia -del lector, de la humanidad: en dos colecciones de ensayos, Menos que uno (ed. Siruela) y Del dolor y la razón (ed. Destino). Aquí el alma encuentra su gemelo, ya que no su igual: descreimiento y compasión por los padres; esto es, hacia sí mismo... sin los padres.

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(Trabajos)

Viernes: no es el nombre del Deseado, en esta Isla. Sino el día que señala el fin de semana, el día sin nombre francés.

Harto de libros y de bibliografías, no pudiendo vivir sin ellos. Un procedimiento sin sustancia: ¿un proceso? Amén.

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La enemistad es tan fácil. La guerra contra el amor, la pasión fría que va disgregándolo todo.

12 de abril de 2007

Pesadillas

-Había vuelto a verla, después de varios meses. Un poco más delgada.

-Nada más. Puedes reverenciar la telaraña, porque tú mismo la has construido, creyendo prácticamente que se trata de la casa, tu nuevo hogar. No hay tal: nada "de eso" vale la pena.

(El conocimiento se te ha avivado con el recuerdo azaroso, recomendándote que seas un cínico... sobre el papel.)


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Un sueño: se vio por unas calles desconocidas, entre gentes confabuladas y de piel oscura, pero que hablaban su misma lengua. Ahora no recuerda qué era exactamente lo que les interesaba, sólo que querían robarle, se le estaban echando encima y él no veía por qué salida lateral podía escaparse sin daño para su persona. Lo resolvió con un crimen, brutal aunque no premeditado, destrozándole la cara con rabia. Luego, no pudo evitar que todo saliera mal, pues la policía le hizo saber que todo había estado planificado.

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Quería ser víctima, lo descubrieron como verdugo: cogido por su propia trampa, tan bien elaborada que incluso la había olvidado. Aunque no había duda alguna: los pasos que inconscientemente había dado, escapando de los perseguidores, aquellos pasos -indecisos, angustiados con las idas y venidas por las calles- que le llevaron a la destrucción del criminal que se apoyaba en su hombro, para cerrarle mejor el paso -pensaba él-, eran los mismos que había meditado cuidadosamente, según le estaba diciendo la policía. Ahora que su falso amigo estaba muerto, a golpes.

Ahora bien, ¿por qué hacia esto? ¿Cómo había llegado hasta allí? No entendía la necesidad de meterse por callejas densas, donde casi no circulaba el aire: no había ventanas, o no había gente asomada a ellas; todos los muros estaban pintados, todo era un mural, también en los pasajes perpendiculares por los que pensaba que podía huir.

(Puesto que de un sueño se trata, debe haberlo vivido para algo: casi todo lo inconsciente está ahí para doblar lo consciente.)

11 de abril de 2007

Un sentir dolido

Enorme cansancio: se paga la falta de sueño, la ansiedad acumulada en estos días. Parece extraña esta epidemia depresiva, la sensación de desamparo. Buscar y buscar, pero ¿qué?

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La debilidad alcanza a la razón, el corazón duele o lo parece. Al margen, en los márgenes, en los límites o casi, más bien, fuera de ellos, se va perdiendo la energía de los argumentos.

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¿Dolorido sentir? No. Una tela de araña. Lo peor, saberlo. Y que no importara. ¿Queda claro? No.

...
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(La humanidad, ese objeto despreciable)

En su obra sobre los genocidios en el siglo XX, Bernard Bruneteau proporciona al lector sufrido una impresión inequívoca: la certeza humeana -también humana- de que la razón es únicamente esclava, una vez que conocemos la gestión fría de una pasión cruel que se repite a lo ancho de los continentes, a lo largo del siglo: la de identificar un colectivo y tomar la decisión de borrarlo del mapa. Así fue con los armenios, los campesinos ucranianos, los judíos, los tutsis...

El siglo XX acabó, también en Europa, con el recuerdo activado de las ansias destructoras, en Yugoslavia. Según Bruneteau, deberíamos fijarnos en la expansión colonial del siglo XIX para conocer la antesala de la ruindad moral que luego se constituye como forma de la civilización europea, metropolitana: en las trincheras de la gran guerra, y en la retaguardia de la opinión pública de los países en conflicto.

Debe uno pensar que lo que los europeos aprendieron, con el sometimiento de las culturas "primitivas", lo aplicaron posteriormente contra sí mismos. Porque, aparte de la identificación genocida de un Otro étnico, social, religioso o político, está la realidad de una guerra civil (europea, según Ernst Nolte) que va desplegando sus alas de muerte en diversos países de Europa. Algo que sabemos aquí, y de su retórica casi centenaria, obedientes como somos a los mitologemas de la memoria y del olvido. Tan poco apasionados en nuestro amor por la razón, ese amor de filósofos que no tenemos.

10 de abril de 2007

Incidencias

-¿Días normales?
-Para nada. El que cuenta, menos que nadie, pretende que lo sean. En algo tiene que distinguirse al narrador, o el paciente... si es que cosntituyen personas distintas, si es que en el leguaje mismo se pueden diferenciar esas funciones.

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Empezó anoche, con la imposibilidad de dormir, después de que los párrafos del libro se deslizaran delante de los ojos con una velocidad nunca vista. El cerebro quiso celebrar con alegría sus nuevas prestaciones, pero la prudencia salió de su habitación y le señaló a los congregados que aquello no era bueno, y que el riesgo de sobrecarga era grande. Mejor dejarlo.

Durmamos, pues, si nos deja la noche. La madrugada, más bien, porque nuestro hombre no pudo conciliarse (con el inconciliable) hasta después de las dos. Luego hubo de despertarse temprano, lo que nuevamente provocó el entusiasmo del cerebro, por la claridad que le llegaba antes de lo previsto: la prudencia no tardó en salir otra vez, que también ella había pasado la noche en vela.

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El cerebro, no sólo el mío, tiene la mala costumbre de irse de vacaciones. Sin necesidad de señalar los hechos concretos, así es. Un despiste y la curva sale recta, sin mayores consecuencias -eso sí- que tres coches destrozados y el miedo que vuelve para los restos. (Uno reza para que no le pasen estas cosas.) Segundo. Alguien vuelve a la pequeña ciudad de M., y su salud ha decidido tomarse un descanso: todo su cuerpo, su miedos y sus dudas. No sabe lo que le pasa -me parece-, pero no puede dominar el temblor. Tercer movimiento: nadie sabe qué lugar ocupa (en la escala de las edades, de las obligaciones, de las responsabilidades). Aunque también puede ser verdad que la salud -de nuevo- del joven maestro no va como debería. La razón, tampoco.

Un poco al margen -no querría pensar que marginado, si bien conociendo las limitaciones del cargo y de su modesta persona y escaso carácter- el pequeño narrador se figura un mismo abandono del cuerpo gobernando los acontecimientos, dentro de tres personas diferentes: deshaciendo sus voluntades y su alma. Esto se piensa mucho más tarde, realmente.

9 de abril de 2007

Intención de significar

"(Almas muertas)

¿En qué te podrías creer tú mejor que ellos? Eran inocentes y sabios, y les quebraron la voz y el alma."

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-Sí, pero ¿a propósito de qué?, ¿con qué intención?
-Debí pensar en todo aquello que no voy comprendiendo a lo largo de mi vida, sin que me suponga mayores obstáculos. Si me los supone es exclusivamente bajo mi responsabilidad, porque no son más que pequeñas dudas, nada vital, ni siquiera urgente.

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Con las "almas muertas" se cuenta, aunque se despreciaron sus cuerpos vivos. El ideal del gobernante tiránico lo representan esa conciencias carentes de voluntad, pero que ocupan un espacio y sirven a los designios criminales.

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(Los diálogos poco claros pueden ser proseguidos, indefinidamente.

Esto se justifica porque la denegación -al otro- de la argumentación, de los fundamentos de su racionalidad, constituye un pecado contra la naturaleza.

En algún momento, los periódicos, bajo el título modesto de la prosa informativa, cumplieron este deber hacia la dignidad humana: "opinión pública".)

Un principio de destrucción

El cansancio viene un poco antes del fin de la política. Cobra una forma falsamente dialéctica: un conjunto de afirmaciones ambiguas, que nos solicitan un exceso interpretativo. Tienden, a la vez, un espacio que iguala a unos y otros contrincantes, los que obedecen las reglas y los que no.

Resulta esencial creerse que el derecho del gobernante está aparte de los recursos posibles del gobernado: éste puede disentir, pero no debe ocurrírsele acudir a los tribunales a mostrar sus razonamientos; de la misma forma, puede desacordar en parte con los puntos de vista del gobernante, nunca con la totalidad o las premisas básicas.

Para provocar el cansancio ha habido que recurrir a la multiplicación de las acusaciones: en tiempos difíciles está permitido el falso testimonio. También, y se trata de una de las primeras lecciones, tiene que figurar en las conciencias la indistinción entre quien es bueno y quien es malvado -pues esto se fía también a las intenciones, no a los actos ni a lo que dicte el sentido común. El empleo de este último elemento en la discusión demuestra gran inteligencia y unas posibilidades inmejorables para progresar en la escala. En efecto, para la desvergüenza más completa ya no tiene sentido plantearse la conveniencia de los engaños (trampas dialécticas). Emanan directamente de su fuente inagotable.

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(Almas muertas)

¿En qué te podrías creer tú mejor que ellos? Eran inocentes y sabios, y les quebraron la voz y el alma.

8 de abril de 2007

Domingo

(Suenan las campanas de la iglesia: la piedad asoma por los resquicios... En un dulce abandono... sentado en aquel sitio. Lo he pensado antes de entrar, y al irme: el pobre viejo del bar.)

No es pensamiento, sino el miedo que lo preside todo: antes estaba detrás, haciendo sentir la incomodidad en cada uno de los actos conscientes, que debían salir errados. Ahora se atreve a hablar. el miedo se ha hecho mayor. Ya no atrás, ni en el fondo: en un primer plano superficial, rindiendo sus frutos amargos. Una angustia que ya no provoca crisis de pánico, las va diciendo día a día. En algún momento decidió escribirlas.

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En alguna de las percepciones -la parte publicable de los pensamientos, al menos en la pretensión- la compasión posee las notas del mal: queriendo evitar el dolor, general, provoca el dolor -a los particulares.

(Schopenhauer era el filósofo favorito de Hitler, su mascota ideal. No mostremos extrañeza: la masa anulada facilita el trabajo del escultor, del constructor y del instructor. Se perdió la esperanza, ninguno asoma la cabeza para afirmar su voluntad solitaria, Nadie es un pequeño Nietzsche. Publicistas y políticos marchan por la senda del gran misántropo y reaccionario. - ¿A dónde van?, se preguntan las gentes. -Os están estudiando, dice alguien.)

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Tras la extensión metafórica del significado se encuentra la ausencia de una premisa en el silogismo: aquella que contiene el término medio. Una metáfora representa un silogismo truncado, y la intuición poética el lujo o exceso de la inteligencia, realizando las síntesis debidas.

(En ningún momento se ha abandonado el procedimiento metafórico: vive ya en la misma raíz de las palabras; de ahí que todo enunciado contenga ya una interpretación: entendiendo que ésta depende de la etimología. "Metáfora": un ir más allá.)

7 de abril de 2007

Sábados

Densidad de tráfico, insoportable... Salir a comprar una bombona de butano se convierte en una pequeña tortura, entre el caos de los coches, los peatones cruzando, la propia impaciencia por acabar el asunto cuanto antes mejor. Además, en ningún sitio se encuentra la bombona, hasta que aparecen de manera imprevista, con su belleza naranja, a cinco kilómetros de aquí.


El café, la caída de un viejo... Al abrir la puerta de cristal lo veo sentado en una silla, rodeado de varias personas. Están inquietas, y yo también al mirar la cara del hombre con la cabeza un poco ladeada, caída sobre el pecho, más muerto que vivo. Alguien ha llamado al médico o a la policía. Vuelve de repente en sí, abriendo los ojos y sin saber qué ha ocurrido. Intentamos cortarle la sangre que empieza a salirle por la cabeza, lo que no es fácil, pese a la buena calidad del papel de cocina que tenemos que emplear. Al cabo de unos minutos, que se hacen eternos, llega la ambulancia. Explicamos lo que ha pasado (estaba tomando un café, ha caído a plomo desde la barra, a todo lo largo de su cuerpo, hacia atrás) y lo subimos en la camilla como mejor podemos... Al irse la ambulancia, supongo que al hospital de H. O., el sonido de la sirena no me deja del todo tranquilo.

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(Periódicos)

1. Eduardo Hojman, "Elogio digital de la lentitud", en Abcd, 5 de marzo de 2007.

Comment: Una cosa va con la otra, la lentitud con la calidad, y a la inversa. (Pensemos en una de las mayores perversiones de la sociedad industrial: la reducción del espíritu a inteligencia, y la conversión de ésta en una cantidad medible. Es decir, lo que define la bondad de una inteligencia es su rendimiento inmediato; lo que a su vez da la calidad del individuo, transformable en salarios diferenciados. Se trata de una parodia del intelectualismo ético del maestro Sócrates -aunque no sé si el ateniense incluía su propia parodia, dada su vis irónica. Pero la rapidez no da muestras de ningún espíritu, sino de una estupidez contable; lo que no excluye su transformación histórica -a veces- en votos, en crimen.)

Creo que la defensa (¿tramposa?) del "largo ahora", en Internet, plantea una acomodación consumista del "nunc stans", del instante/permanencia/eternidad; es decir, una vuelta light a los absolutos: que no tienen su lugar en el medio electrónico. Así que quito las comillas: se trata de una defensa tramposa.

2. Miguel Sánchez-Ostiz, "Viajar para contarlo", en el mismo número del suplemento cultural de Abc.

Comment: A veces he pensado algo así, aunque me he terminado arrepintiendo. No debo juzgar acerca de lo que no conozco: nunca he viajado, realmente. Pero en la extensión turística, masiva, de la idea de viaje debe de existir un fondo de angustia que mueve a dejar el hogar por un tiempo, y a nosotros mismo en el hogar. Se viaja siendo otro.

6 de abril de 2007

Pasión

(Jueves Santo)

Una tarde para pasear, como las que a veces gustan: asquerosa. Lluvia, bruma, el viento racheado que destroza los paraguas al pasar por los puentes, casi nadie en las calles...

Un tiempo del norte, aquí. Si es que nosotros podemos ser el norte de alguien... En parte, sí: una tierra de esperanza y mixtura, para los pobres del mundo y para nosotros los pobres. (Ahora los palmeros en la Semana Santa vienen del frío, del este de Europa, y de Ecuador.)

(La provincia de A. ha incrementado su población en un tercio, por lo menos. La mediocridad de las observaciones políticas pronuncia -ante la situación- un único nombre, "especulación", y lo arroja a la cara del oponente, otro que tal, con su causa interna y más profunda, "corrupción". Así nos va.)

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(Traductores, intérpretes: conocedores del significado de los términos.)

El conocimiento /dominio/ de distintas lenguas vuelve más clara la referencia: un asunto que yo no conozco /del que yo no sé prácticamente nada/.


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En la extinta Yugoslavia debió existir el título universitario de Licenciado en Ciencia Militar. Así lo recoge Manuel Leguineche en su libro de primera hora sobre la tragedia balcánica, Yugoslavia kaputt (1992), a propósito de la formación del joven ministro de Defensa (treintañero) de la recién independizada Eslovenia (en junio de 1991). (Sin querer asociar situaciones, se trata de la homologación entre enseñanza universitaria y enseñanza militar que pretende el gobierno español de ahora.) Un nombre así -"ciencia militar"- habría enorgullecido al maestro de todos Sócrates, que al salir de casa no se escapaba sólo de un malestar doméstico, sino que estaba (sin saberlo) fundando la idea de la universidad, de un saber público y útil; aunque él quisiera pensar solamente que estaba creando la filosofía, el saber más inútil, puesto que se basa en el amor.

Normalmente no queremos pensar -yo me paso días enteros sin hacerlo- que el conocimiento encerrado bajo la poética denominación del amor que aspira (la flecha hacia su blanco) contiene, cuando se intenta precisarlo en los diálogos platónicos primerizos, los caracteres de un conocimiento utilitario, de una técnica. Debió ser lo que otro sabio, alemán en este caso, denunció a principios del siglo XX, fijándose en la forma del mundo que se patentiza en el discurso filosóficos desde los orígenes, pervirtiendo de esa forma la maravilla del asombro inicial, el del puente tendido desde el mito hacia el logos, aquel espacio de los posibles que se fue cerrando cada vez más.

Lo que ocurre es que la diagnosis heideggeriana de la verdad, la posición histórica permanente de ésta, en tanto igual a la técnica (lo que se esclarece sin rubores en Descartes y Nietzsche), no le hizo a él -ni a nadie- mejor persona. Tampoco hay que sorprenderse: la crítica no hace más bueno, si consiste en una denuncia, en una delación; si es cierto que todos los argumentos son ad hominem, ligados a un interés, para nada verdaderos.

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La "ciencia militar" sirvió al ejército federal yugoslavo para planificar meticulosamente los pasos de la conquista de los territorios irredentos en el interior de las otras repúblicas. Va de suyo que la ocupación del terreno debía ir seguida de inmediato por la aplicación del terror. Es decir, que lo que los verdugos hacían, para luego ser servido por las cámaras de TV occidentales, era la aplicación concreta de los teoremas de la ciencia militar, esa sabia administración de la muerte y de sus campos que no inventaron, ni mucho menos, los serbios al mando del ejército yugoslavo; en la que algunos pueden pensar al observar la sonrisa estólida de políticos más cercanos, incapaces de la piedad, que es la forma que debe tener la amistad en su manera más pura (es decir, cuando no hay necesidad de trato directo, y sí la capacidad de ponerse en el lugar del dolor del otro -aunque esto no es posible).

5 de abril de 2007

Descubrir...

...en este orden: la primavera más fría que recuerdo; la salida al mar de una república ex-soviética.

(Dejar para después el principio de asociación de las ideas. Tarea de traductores, de intérpretes.)

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Sentado en el bar, observo y soy observado: intereso, fundamentalmente, a los extranjeros, que son mucho más precisos -y menesterosos- a la hora de mirar. La miseria del racismo siempre dejó perderse la oportunidad de las miradas: los ojos que se cruzan tienen que hablarse, y decirlo.

(El valor de uso del lenguaje se recupera con el sujeto que refiere el mundo, polarizando las palabras -yo/realidad. Más allá de su funcionamiento en el intercambio, el lenguaje se presenta con su faz lujosa: logos, poesía.)

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(El fin de Europa en Sarajevo)

¿Cómo pedir a los demás que cumplan nuestras reglas, si nosotros fuimos incapaces -a principios de los 90, durante más de un lustro de plomo y miseria- de creer en ellas? (La creencia añade -deberemos recordarlo- la actitud al conocimiento, la disposición a obrar: para mantener la coherencia de las acciones.)

En esto, como en muchas otras cosas, nos hemos transformado en seres débiles: equivocando la exigencia de libertad con la tolerancia universal.

(La dignidad, como el dios de nuestra propia conciencia, también debe ser reverenciada; si se deja de ser imagen del dios ajeno y hacedor, debe pensarse muy seriamente lo que significa construirse a la imagen de sí mismo: aquí no pueden anidar las contradicciones, o toda la obra se vendrá abajo.)

Empezamos practicando la tolerancia con nosotros mismos, blanda, inadvertidamente: como sujetos políticos, europeos.

Nosotros/otros es una polaridad que no debe tener significación cultural, si no se quieren obtener nacionalismos a gran escala: Europa-nación, el Imperio. Naturalmente, al decir tales cosas hay que sonreír. Luego, torcer la boca con amargura: la idea europea no se viene abajo (las ideas forman edificios, bien o mal cimentados, cartesianos) con la cuenta de los referenda, sino con la cobardía, en tanto vicio mixto, un dejar-hacer total de la pseudo-libertad.

4 de abril de 2007

Engaños

Están las pequeñas caídas del día, el dejarse ir hacia signos que no son claros, interpretados según nuestra propia conveniencia. Demasiado a menudo ocurre esto y luego tiene que lamentarse, aquellas veces que no se trata precisamente de pequeñas caídas, sino de grandes errores en la interpretación...

***

Durante los paseos solitarios el error aparece más raramente; conversando con los otros se dan por sabidas ciertas cosas que no lo son, que pertenecen accidentalmente al trato mutuo, la amistad. El desear la verdad, la claridad, tiene que aparecerles a los otros, sin embargo, como el mayor de los errores: se equivoca la vida, entregándose cada vez más a los gestos de hielo; no se descompone, normalmente, pero se enquista, y los gestos son comprendidos, erróneamente, como soberbia.

¿Cuándo se empieza a torcer todo?

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En la ciudad, le digo a mi acompañante que justamente esa librería de viejo, muy cerca de la Gran Vía, es lo que nos separa de la barbarie, como ese libro del Dr. Alfred Adler, El sentido de la vida, que se ofrece a los ojos del viandante. ¿Quién habrá reparado en él? En el absurdo de que el significado de todo estuviera justamente aquí, en un callejón que no se atreve a asomarse a la gran calle comercial, que bastara con entrar y comprarlo... Tengo que pensar que no es cierto, que Adler escribe una novela, a su modo: porque la verdad tiene también su tiempo, y finalmente sus enunciados se entregan a la ficción, aunque desde el presente tendamos a adscribir esos saberes a la retórica de la época. (Pensando de nuevo que la verdad es nuestra, la historia transcurrida.)

No está convencida de que ese negocio vaya a durar. Veremos. Siempre habrá alguien un poco al margen, ocupándose de cuidar los escritos antiguos.

3 de abril de 2007

Lo que se teme

Lo que temo, el diletantismo: la tendencia a caer en la superficie de las cosas. Las intenciones son grandes, pero irrealizables: falta la constancia, fallan los nervios. O no sirvo para trabajar según unas reglas: no conozco el método, y lo que para unas cosas parece una virtud, para otras lo estropea todo. (No siempre el temperamento anárquico cumple con su función, con lo que debe.)

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A veces pienso que la filosofía ha caído en el diletantismo. La divulgación científica constituye una de las formas de ese vicio. Creo que no hace más que aplicar sobre un objeto concreto, humanamente comprensible, la idea de la actividad filosófica como "actividad" antes que como filosofía: un trabajo que ha perdido sus objetos, sisífico, desesperanzado... necesitado de amor, el que entra en su nombre.

***

Se piensa en modelos de decisión prudencial, en la manera de ajustar la inteligencia a los problemas prácticos. Esto requiere un gran caudal de información, cuidadosamente asimilada. (No se puede admitir la frivolidad.) Debe uno dejar de lado los compromisos afectivos, la cercanía de los objetos. Estos deben ser extremos, pero nuestro comportamiento con ellos debe ser el del entomólogo, distante, frío, glacial.

Con toda esta inhumanidad habremos ganado -no obstante- el método correcto para administrar correctamente las cosas humanas, y la guerra no continuará la política de ningún modo. (No hay mal que por bien no venga.)

La práctica política, tal como la conocemos diariamente, está al borde del crimen (su nombre histórico es "guerra civil"). No se es consciente de que nos salvan las circunstancias, el ir pasando mal que bien propiciado por la bonanza económica... por la actuación de los auténticos sabios de manos firmes y cabeza astuta, los economistas.

2 de abril de 2007

Examen de conciencia

De los periódicos -de todo, en general- queda un resto, humo, nada. Se obliga uno a reflexionar acerca de la noticia o sobre las reflexiones que han llevado a cabo otros... El momento no es el propicio y se deja para hacerlo después. Luego se releen los textos, conscientes de que las fuerzas -el ánimo- no han vuelto del todo: el cuerpo no vuelve sólida la memoria, para tener disponibles buenos materiales con los que trabajar: ¿qué es una inteligencia sin datos -una razón vacía?

***

José Luis García Martín, en Abcd, 31 de marzo de 2007, sobre los Diarios de Ignacio Carrión: recoge -críticamente- la idea de que se valoran -se admiten- los diarios por lo que tienen de semejante con el género novelesco, como si éste hubiera de constituirse en norma de todo el ámbito de la escritura. Más bien, sostiene García Martín, sucede lo contrario y es la escritura no literaria la que sobrevive dentro del mundo textual; y la vida contada la que sobrevive a la vida hecha literatura. Sirve más la verdad que la ficción. Aunque se trata de dos formas diferentes de la misma estructura narrativa.

Kertesz en Babelia: vale más la ficción que la verdad vital, o la cuestión carece de sentido porque toda su vida ha ocurrido imaginativamente o de manera azarosa. El testimonio del escritor húngaro es paradójicamente más pregnante a causa de sus circunstancias personales e históricas (campo de concentración, dictadura comunista). No hay tal, no hay paradoja: se vive en un mundo falso y el resto es verdad.

***

Soñé que estaba sentado, bajo el porche de un bar que ofrecía la vista de todos los pueblos del valle, igual que si estuviera delante de un gran plano dibujado, puesto sobre la mesa, en el que se representaran proporcionadamente los diferentes pueblos con sus casas, a uno y otro lado del río A. Le decía a mi compañera, que no acababa de creerme, que estos lugares estaban como a medio camino, que no eran ni campo ni ciudad, aunque todo había de cambiar, porque la provincia podía doblar su población en el futuro.

Al despertar me tuve que avergonzar de este sueño prosaico, pues justamente lo que pienso de todo esto cuando estoy despierto.

***

(La muerte de Europa en Sarajevo)

Un hermosísimo y triste capítulo de La venganza de la historia (1993), el libro que Hermann Tertsch dedicó a la caída de los regímenes comunistas y la catástrofe yugoslava, "La obstinación por la supervivencia", me salva de la prosa de mi sueño: la libertad ha muerto cuando la normalidad ha desaparecido, una vez que deja de asistirnos la razón que hace previsiones y cifra su felicidad en la posibilidad de que se cumplan.

1 de abril de 2007

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¿Cuál puede ser el balance final de pérdidas y ganancias?

El mandato de la información sustituye al de las masas: se ha conseguido que no nos destruyamos unos a otros -porque no se puede decir que seamos nosotros los que han logrado que sea así. Aceptamos un conjunto de condiciones o procedimientos para, hablando o negociando, llegar a unas conclusiones determinadas, a la acción. (Esto ocurre en muy pocos sitios. Es verdad. La guerra es general.)

No importa demasiado que esté, en muchas ocasiones, la fuerza detrás de las posiciones (posición de fuerza: no principio racional, autoevidente), sea la de los hechos o la de los votos. El sentido de unos y otros podría cambiar y los procedimientos decisorios seguirían igual: el formalismo garantiza no llegar al crimen, ni estatal ni terrorista. No es poco.

Ocurre que "información" califica a la época, a la "era", como antes la calificaba la idea y visión de la muchedumbre, de lo masivo. La patencia de la humanidad -las masas- no trajo nada bueno, puesto que no se trataba de la verdad: en algún momento de la Ilustración se torció el camino de cristal cartesiano y el espíritu fue sustituido por el pueblo, las ideas fueron cambiadas por doctrinas, la torpe democracia por el poder eficaz (según rezaba la propaganda).

Pensaremos, porque no hemos perdido la libertad política de hacer discursos, que ahora la verdad ha sido sustituida por la técnica: inmediata, aparecida en un primerísimo plano, que está ahí. (Evidentemente esta percepción está ya filosóficamente orientada, aunque esto no debería favorecer la contraargumentación de quien ha renunciado al discurso racional fijado por la tradición, de signo veritativo.) La "información" se nos manifiesta exactamente igual que la imagen televisiva o cinematográfica.

(La radio ocupó históricamente el lugar principal en la conquista totalitaria del poder; no es absurdo hablar de una imagen radiofónica, a la manera de un lugar intermedio de las representaciones, pues no se trata de conceptos puros al margen de la capacidad fantasiosa del oyente: éste tiene que imaginarse la muchedumbre contando con el ruido que hace.)

En todo esto hay una deriva peligrosa, muy probable: se renuncia a los libros de historia, a favor de las crónicas periodísticas y, en último término (perdidas las esperanzas, de tan olvidadas), a favor de los libros de viaje, las impresiones narradas, sin que importe que la escritura pertenezca al mismo momento de la percepción del viajero, o que sea reelaborada (autorial y editorialmente) muchos años después.

(Con la tecnología de la imagen se ha malogrado la intención de una representación objetiva. Emprende la filosofía su camino de vuelta, una retirada, huyendo de la tribu.)