... entre la interpretación objetiva de los hechos: la racionalidad exhibida por los dirigentes de las dictaduras (no me atrevería a considerarla prudencia, pues ésta depende del ejemplo de personas sabias/modelos), incluyendo el manejo de las divisiones -intereses, ideas- entre los partidarios y un cálculo de las circunstancias que se acerca a la genialidad del ajedrecista.
Por otra parte, esa misma racionalidad no excluye (al contrario, es su necesaria consecuencia) la realización más extrema del crimen. El adjetivo adecuado debería ser "descarnada", a causa de la frialdad de la práctica política, traspasada no pocas veces a la reconstrucción histórica posterior. A pesar de todo, no se puede vencer la impresión de que los peores elementos de la sociedad, la canaille o la chusma, se confabularon para llevar a la perfección el crimen -entonces se le conoce como banalidad, o totalitarismo, porque sólo depende de la estupidez y la irreflexión (porque no se ha practicado)
... y una miserable subjetividad que se queda en fragmentos nacidos del azar. ¿Cómo denominarlos textos? (No hay materia que los soporte, no los asiste la razón, no son pagados. Una ironía, evidentemente. ¿Una ironía?)
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La misma distancia que entre la Ley (la única, la santa, la moral) y mi conducta, la colección de hechos que reclama una conciencia que los soporte. Poveretto!
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La ocupación intelectual con ciertos acontecimientos necesita de una dureza que no es fácil tener. Que no entre aquí el que no tenga la sangre fría y el estómago a prueba -parece/n decirse/nos.
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"Creí haber escuchado que me llamaban, conminándome, casi, a volver la cabeza y mirar, a entablar conversación." Conviene tener cuidado con este tipo de cosas -pensó mientras volvía a casa.
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