29 de abril de 2007

La hija de J.

(De un sueño, que no es mío)

Vio que se le acercaba. Había dejado su mundo blanco definido de orden y silencio. Había vuelto. Le dijo a mi esposa que estaba muy guapa. Mi esposa, sin poder aguantarse las lágrimas, le contestó que ella sí que estaba hermosa: con la hermosura de la vuelta, lo que no esperábamos -pienso ahora yo.

Tenemos piedad de los sueños y de nosotros mismos, de las vidas truncadas que habrían podido acompañar el curso del mundo, para poder retornar al cabo de los años como la imagen de la madre vieja (este sueño sí es mío). La joven muerta ha vivido de nuevo, y ésta es una impresión intolerable, cuando se despierta y se devuelve la alegría a su irrealidad nocturna y perecedera: a un orden definido del ser, pacífico y frío.

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