12 de abril de 2007

Pesadillas

-Había vuelto a verla, después de varios meses. Un poco más delgada.

-Nada más. Puedes reverenciar la telaraña, porque tú mismo la has construido, creyendo prácticamente que se trata de la casa, tu nuevo hogar. No hay tal: nada "de eso" vale la pena.

(El conocimiento se te ha avivado con el recuerdo azaroso, recomendándote que seas un cínico... sobre el papel.)


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Un sueño: se vio por unas calles desconocidas, entre gentes confabuladas y de piel oscura, pero que hablaban su misma lengua. Ahora no recuerda qué era exactamente lo que les interesaba, sólo que querían robarle, se le estaban echando encima y él no veía por qué salida lateral podía escaparse sin daño para su persona. Lo resolvió con un crimen, brutal aunque no premeditado, destrozándole la cara con rabia. Luego, no pudo evitar que todo saliera mal, pues la policía le hizo saber que todo había estado planificado.

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Quería ser víctima, lo descubrieron como verdugo: cogido por su propia trampa, tan bien elaborada que incluso la había olvidado. Aunque no había duda alguna: los pasos que inconscientemente había dado, escapando de los perseguidores, aquellos pasos -indecisos, angustiados con las idas y venidas por las calles- que le llevaron a la destrucción del criminal que se apoyaba en su hombro, para cerrarle mejor el paso -pensaba él-, eran los mismos que había meditado cuidadosamente, según le estaba diciendo la policía. Ahora que su falso amigo estaba muerto, a golpes.

Ahora bien, ¿por qué hacia esto? ¿Cómo había llegado hasta allí? No entendía la necesidad de meterse por callejas densas, donde casi no circulaba el aire: no había ventanas, o no había gente asomada a ellas; todos los muros estaban pintados, todo era un mural, también en los pasajes perpendiculares por los que pensaba que podía huir.

(Puesto que de un sueño se trata, debe haberlo vivido para algo: casi todo lo inconsciente está ahí para doblar lo consciente.)

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