14 de abril de 2007

La tentación de la subjetividad

(Ayer)

Tarde: visita a H. O., al recién inaugurado Teatro. Una exposición de pintores de la localidad. Algunas de las pinturas son (carnalmente) tentadoras. Incitan a pensar acerca de la mirada y su objeto: no ya sólo acerca de la cualidad de la representación (what), sino acerca de quién es el sujeto de la representación (who).

Nunca termino de mirar el viejo edificio de las cuatro torres. El tejado, a cuatro vertientes, está un poco vencido por los años, pero los muros se mantienen tersos, limpios y sin grietas. Cuando viví allí, a finales de los 90, durante casi dos años, me gustaba imaginar por dónde podía ir la restauración del palacete. Supongo que la incuria y las peleas de herederos de una familia venida a menos (al desorden, según quiere uno imaginar) han conducido a este impasse de ventanas de madera con los cristales rotos, que es lo que se ve desde la calle, a través de la verja de la finca, tampoco en demasiado buen estado. Pero me agrada mucho ver la hierba creciendo entre los escalones de granito, los pedestales vacíos de la escalinata (¿quién se llevó lo que había encima?), la alberca sin agua y las palmeras lánguidas.

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(Periódicos)

Acerca de la blogosfera, en Abcd, 14 de abril (año laico nº 76, para algunos): muy interesantes las aportaciones de Antonio Lafuente y de Miguel Marañón Ripoll. (Entre paréntesis, no deja de ser irónico comentar en un cuaderno de bitácora -oh, sí, toda escritura lo es- lo que se opina en los medios públicamente reconocidos acerca de los blogs. En este caso la ocupación es grata, dada la ecuanimidad de los juicios de los colaboradores de Abc.)

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No tendría sentido un resumen de los artículos. Dejemos volar la improvisación, la subjetividad, esos pecados de la escritura inmaterial:

1. Alfabetización, universalidad del derecho a hablar y, ahora, a escribir. No hay peligro... de no ser privilegiados, con nuestras memorias, todas escritas, el testamento en la red... otros peligros insisten/existen:

... porque ya es algo cuando se reconoce el derecho a hablar, la mínima paridad del logos en la plaza, el respirar el mismo aliento de los gobernantes antiguos y los advenedizos en la plaza. Esto debió ocurrir, en algunos lugares, en plazas concurridas por ociosos. Quizás habrían regresado de sus viajes y estaban a la espera de embarcarse de nuevo, de surcar los caminos. En estos no-lugares, pues sólo provisionalmente se habitaba en el ágora, la filosofía nace idéntica al nomos. Actualmente, la filosofía escrita -la memoria personal, autobiografía o autoficción- constituye un privilegio -una ley limitada- de los occidentales, poco atentos a peligros más reales, que no son los propios de la autoridad, académicamente concebida, virgen y protomártir: vid. el artículo de Florentino Portero, Chantaje islamista, en el mismo número de hoy de Abcd.

2. El prestigio corporativo: un enunciado al que asiste (¿nada más?) su propia fuerza de enunciación, la vieja creencia, la amiga más estudiosa, la que asusta a los niños que son buenos y quieren ser meritorios...

... un mi amigo cifraba su vida en los libros, las bellas mujeres y la adquisición -improbable, en su caso- de coches caros de marca alemana (Mercedes, BMW, Audi), sustituibles por los modelos franceses más lujosos (si no hubiera más remedio), así como en la compra de una pequeña propiedad inmobiliaria a ras de playa en la que entretener las largas cálidas tardes de verano sorbiendo con mayor lentitud, si cabe, los daiquiris de fabricación local (doméstica, inclusive). Muy por la tarde, a la hora exacta del crepúsculo (también por la mañana, a una hora similar de mágica fusión, de la sombra que se va y la claridad que nace al día) podría pasear por el malecón, mirar hacia los otros chalets, y hacerles saber (a ellos, agazapados detrás de las ventanas, con los ojos llenos de playa) que también él (oh, si) es un propietario de espacio enladrillado y rabiosamente confortable.

Toda su felicidad se quería resumir en el ingreso en la academia, aunque no le dejaban, y él iba y venía a las puertas de aquel lugar alzando la frente, pavoneando su orgullo...

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