Uno va poniendo piedrecitas y un buen día descubre que ha edificado su castillo en ruinas---
Pero un castillo en ruinas no sirve para vivir: los paredones abandonados, caídos, el suelo donde juegan al escondite las sabandijas, todo ese olvido valdrá para contarlo---
Cierto lo que dices: uno y Dios, y habría que pedir explicaciones. Uno contra Dios.
Abraham en marcha, que es como si el Cristo se hubiera expuesto a la muerte por libérrima voluntad, contiene todo lo que un tratado de teología no podría explicar. La fe un absurdo, no otra cosa que la vida en general. Quien acepta la fe puede argumentar el suicidio, muy posiblemente. El sacrificio es sin por qué, una rosa injustificada delante de la cual todas las teodiceas visten harapos---
Inventada la teología, cayeron los dioses: el Uno que exige el Logos ha de mostrarse diferente de lo sagrado, plural, hecho de una multiplicidad de dioses. Lo Diferente de los muchos contiene un enigma que es lo que deniega la Causa Sui de la Razón (lo denegado por ella, quiero decir). Pero lo sagrado es violento: el blasfemo, vecino del hereje, pero más enrabietado, ve peligrar su vida, lapidado si es preciso. Por su parte el teólogo acaba siendo pacífico, progresivo, hastiado de la sangre.
En la distancia corta del diálogo me descubro el autista.
Evadirte de la desgracia, o de la angustia o del indefinible malestar, etc. en lo escrito, y luego mirar la pareja (vida/texto) como motivo de angustia a su vez. Círculo de nieve, bola viciosa creciente, vuelta a empezar. Para qué, para nada. Pero esto es ya algo: Nadie mirando a Nada: un lenguaje (logos, pensamiento instintivo quizás) sin hombres, pero ya demandándolos. En algún lugar tiene que aguijonear el mal, y debe saberse, doler a la conciencia---
Pues que existe la técnica (la escritura) cultivémosla: ningún para qué, para nada---
Por nada escribimos, independientemente de por qué uno necesita esa gimnasia en vez de ponerse a andar o de enrolarse en la Legión Extranjera. Una sangre negra mana, sin que lo haya pedido el mundo, una sangre desteñida por la pantalla y traza un imaginario dibujo de las dudas. Sí: nos acordamos del genial inicio de las Memorias del subsuelo: uno entre los pocos libros geniales, entre los pocos a los que subjetivamente adjudicamos ese adjetivo tan desprestigiado. Estamos enfermos, no sabemos de qué, lo estamos, o quizás no lo estamos, pero lo pensamos---
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