En mí como en cualquiera de los seres humanos mandan las pasiones. Pero es un completo error, que no achaco a genes (los objetos ontológicos de moda) sino más bien a unos malos hábitos, originados en una inconsecuencia con respecto a la verdad que digo tener por amada y serle fiel más que a otra cosa.
Completo error porque las pasiones conducen a un quebranto completo de la salud si no hay posibles con qué.
No ha de manifestarse extrañeza por esta paradójica situación de que los humanos se nieguen a sí mismos desde aquello que constituye su raíz: los humanos vienen al mundo desnudos e ignorantes y hay que asistirlos. Según ciertas sectas vienen también ciegos y hay que darles la luz. Las pasiones, por todo ello, no hacen más que recordar esa falta primera y aquí es donde llama a la puerta, saluda muy educada y entra la razón.
V. gr.: nos enseña a manejar esa máscara hecha de sonrisas traidoras e insignificantes, mandándola como conviene al sucio lugar del olvido. Puesto que tales gestos de confianza, laughs and cheers, no son dignos de nosotros, aunque seamos de la raza perra de los últimos hombres. O por eso justamente y que no estamos para perder el tiempo en chiquillerías.
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