9 de junio de 2007

Voces

No soy yo, hablan ellos: lo supongo, porque está escrito---

De todas maneras, algo se tiene que decir.

¿Con qué carta me quedo/quedarse?

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1. Eduardo Hojman: "Desmontando el saber"
(En el suplemento cultural de Abc de hoy)

Comment: Cinismo y democracia. La falta de respeto a la autoridad empieza extendiéndola, democratizándola. Lo mismo pasa con el saber. Al final, no obstante, cabe el peligro de que la irreverencia extrema sea aprovechada por el mismo poder/saber irreverenciado. O peor incluso: que la falta de legitimidad se constituya en una fuente espuria de legitimidad, de excepciones contra la ley vigente que se acaban transformando en el nuevo orden de cosas.

2. Entrevista a Javier Gomá, de Iñaki Esteban
(En el diario Ideal, 8 de junio de 2007. No sé si en algún diario más del grupo Vocento)

Comment: El valor del ejemplo se dispone como fuente de la norma de vida, ética y política, personal y pública. Después de asumir una mayoría de edad que rebasa la esfera estética de la juventud. Después de superar el aburrimiento final del joven, con el compromiso asumido de la mortalidad propia y la conciencia de ser sustituible (en tanto persona individual). Quien así piensa, quien piensa cosas así, no debe ser acusado de incoherencia si, con aparente paradoja, reivindica el valor de los actos personales: la constitución diaria y callada de una fuente modesta de autoridad, legitimidad, saber, etc.

Disiento algo, salvando la aristotélica prudencia del punto de vista, en un asunto concreto: me parece que se fija la obligación del ejemplo en quien ha de darlo (padre, profesor, político), no en quien ha de seguirlo. Evidente es que si no hay buenas acciones que imitar, no se podrán incorporar a la experiencia como modelos de buena conducta que podrán reiterarse en el curso de los actos propios. Pero me parece ir contra el sentido ilustrado de la libertad condicionar demasiado la producción de estos benéficos efectos ciudadanos a la responsabilidad ajena, a la fijación apriorística de una regla que diga "Debo obrar sólo si mi conducta merece el crédito de ser estimada como digna de ser imitada". No digo que la razón del observador quede suspendida: porque otorgar un crédito implica la capacidad de evaluar racionalmente las actuaciones ajenas. Es, nada más, que la sospecha del peligro de cierto tufillo fideísta, de buenas intenciones pequeñoburguesas, que se puede desprender de una consideración imprudente del punto de vista que sostiene Javier Gomá acerca del significado de la vida mortal y adulta, de la libertad y responsabilidad de los seres finitos.

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