La imposible articulación de naturaleza y cultura nos concede la verdad de la doble cara de la retórica: necesidad de la argumentación, del discurso común de la polis, por una parte; disolución de la misma referencia del discurso, indecidible e indeciso -por otra parte- entre el capital genético y los intereses culturales: ¿cuál es la raíz del mal?
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Hemos ido limitando la inteligencia a la respuesta maquinal, a la conducta de dominio: la inteligencia se ha asimilado a la máquina, se ha igualado con ella, en el frío y la cerrazón de sus "decisiones".
Antes parecía que creíamos (es nuestra reconstrucción presente) en las razones del corazón, en la fuerza de la pasión, y en el empeño de lograr un espacio en el que des-empeñar los argumentos---
1 comentario:
El arte de conversar; el arte de onservar... ¡qué maldad más modernista!
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