... y las transformaciones de los hombres
(Discursos pedagógicos)
Llegar a la edad madura, sin albergar dudas acerca del derecho especial que uno tiene sobre la verdad, más que la verdad sobre uno, de tal manera que la propia y buena intención racional sobrevuela majestuosa sobre las dudas y opiniones contrarias de los demás, como si éstas no existieran, ser capaz de mantenerse en una ficción tan grande sin reservas morales; querer transformar los hombres antes que las leyes, porque en éstas no se confía demasiado; estar seguro del legítimo título para ejercer esas imposiciones, sin tener en ningún instante la veleidad de considerarse una persona miserable -lo que agobia mi alma aun en sus días más luminosos-; llevar en la propia conciencia y en la propia máscara todas esas convicciones, igual que uno se atrinchera en su arsenal, por lo que pueda pasar y sin reparar en consecuencias ---se necesita impudor y, si se ha desterrado la idea de un dios que sólo nos permite una parcela pequeña y precaria de verdad, haber engendrado en el propio espíritu un pequeño dios o diablo, que en todo nos satisface.
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