La nerviosidad del pensamiento sustituye a su abundante claridad; los gestos estudiados del rostro, a una juventud que no existe; el exceso de cortesía superficial, a la imposibilidad para establecer relaciones profundas.
(De Kant a Marx)
En mi caso: siempre me quedo a punto de comprender el paso dialéctico, el pequeño salto -preñado de gravísimas consecuencias- que va de la cantidad a la cualidad. Una claridad sobre ese asunto, que me podría dar la felicidad, me es negada; en su lugar aparece el exceso de las palabras, los rodeos y las trampas, incapaz de explicar la alegría que sienten otros, al considerar que de lo que es (o de lo que no es) se desprende (flor que es fruto más deseado) una promesa firme de alegría, de conductas y deberes inequívocos.
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