(Memento)
El dueño de la librería le pidió a su hijo que se fuera arriba, para acompañar a su madre, que estaba sola -y moribunda.
No sé por qué, al recordar esto, me viene la imagen de la mujer sentada en el establecimiento (era otro día), en un viejo y feo sillón de skay, mostrando en todas las fibras de su cuerpo -no sólo en el rostro- el trabajo de un dolor tranquilo y resignado, la destrucción y la muerte.
El lenguaje pierde la referencia, pero a veces no puede ocultar la verdad.
Ni expresa ni denota: apela---
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