... de la existencia estética.
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Quien es un experto en construir razonamientos incorrectos de una rara perfección, sobre el mundo y sobre los hombres (mirando sin rubor a todos los lados de la plaza de lo metafísico y lo moral), una persona así, tan cercana y tan extraña, a la que nombramos como Yo, puede permitirse valorar negativamente lo que considera como un gesto mezquino hacia un pobre hombre: que no veía el divertimento en el asunto, que huía de él, un pobre cobarde en el ejercicio de su derecho (él sólo pide tabaco). Irrelevante o equivocado el acto, a mí no me importa eso: sino sonreír la gracia desde fuera, sonreír a todo el mundo con una gracia igual. Para que todo el mundo, que no siempre se muestra tan mezquino, pueda dudar de la eficacia de esa sonrisa, que desde el exterior pronuncias con tus ojos y tus dientes, y tu frente joven. Que me rehuyas la mirada cuando yo te juzgo con los ojos (experto razonador en asuntos equivocados, ya te digo; seco y sombrío cuando estoy de mejor humor) me tendría que decir que aún tenemos esperanzas---
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