En un instante de pesadilla cruza por el cerebro la ilusión de su capacidad para actuar. Olvida las consecuencias irreparables de sus actos, admirado de la redonda plenitud que tienen y que no se podía esperar de sí mismo.
Únicamente un dios piensa -dentro de sí mismo, de su independiente autosuficiencia; absoluto para sí mismo-; los seres mortales lanzamos opiniones que nos horrorizan, y que nos darían todavía más miedo si no nos echara para atrás nuestra prudencia o cobardía -cada vez que nos visita un instante de pesadilla, de los que, encadenados, erigen una mala vida.
Los mejores podrán entender que el mal aparece con la acción; el bien con la reflexión estéril.
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