Uno: asegurarse de la verdad en la duda, y gracias a la duda. Cualquiera que haya conocido en sus carnes esta tortura sabrá lo utópico que es romper con el círculo fatal, sentarse, reflexionar, tomar una decisión… sabiendo que uno mismo, el hesitante de todo, es el único responsable de curar su enfermedad. Pienso que será mucho más normal ponerse a escribir, “ensayar”, que sembrar ingenuamente el árbol del conocimiento, o hacer como que se siembra ingenuamente. Lo cual sería peor: porque sería mentir a sabiendas.
Dos: señalar que, si se dan las causas, el efecto deseado (y no presente), se seguirá automáticamente, igual que la noche al día. Naturalmente: “si se dan las causas”. Pero para que se den, algo, a su vez, debe haber ocurrido antes… Y representa una enorme frivolidad suponer siquiera que las tan deseadas causas (estado inicial) están a la mano del primero que llegue, o del primero que interese (la víctima propiciatoria, el homicidio ritual y fundador). Pero es una frivolidad de enorme calado: una de las herramientas favoritas del chantaje político: suponiendo que lo que ellos se arrogan (la facultad de los planes universales, pseudoteólogicos, creadores de mundos y felicidad) está también al alcance del hombre común. Y no está al alcance del hombre común, como tampoco en las manos del político---
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