... sin rigurosa separación de poderes, imperio de la ley, respeto a las minorías y libertad de expresión la democracia no existe, por muchos millones de votos que acumule un gobernante mesiánico. (En Babelia, ayer.)
... y yo suscribo todas y cada una de sus palabras, no sólo del fragmento citado sino de todo el artículo. (Supongo, evidentemente, que lo de la dictadura "más respirable" es una errata y que los duendes se han comido un "ir" previo y prefijo)
Sigo pensando que don Antonio, escritor reconocido, académico de la Española, quedará como uno de los cronistas más honestos y veraces, no hay muchos, de esta época necia y mezquina. Hago votos por su larga vida y escritura.
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¿Tan difícil es entender lo que implica el fragmento de arriba? La democracia consiste en forma, no en la materia innúmera y amorfa, masiva, de los que votan y acatan. La democracia se basa en que a los cuatro años se le puede invitar amablemente (al ejecutivo y legislativo de turno), pero con claridad, a que se vaya con la música a otra parte. En ese aspecto, hará bien el gobernante en su ahora en no querer determinar principios sacrosantos del progreso social o del mercado o lo que sea, considerando muy prudentemente en su interior que los tales principios puede que no queden a los cuatro años cumplidos más que como un cúmulo de necedades ruinosas. (En ese aspecto también, y vamos a ponernos filosófico-políticos, haremos bien los particulares en efectuar una interpretación "protestante" -libre, sin mediadores "liberales"- acerca del Segundo tratado del gobierno civil de John Locke.) Digamos, asimismo, que la consolidación de unos derechos, económicos, honoríficos, etc. por parte de quien ha participado en el poder político, representa, para el juicio bien informado de algunos, una auténtica perversión del cometido de la representación política (pues se entroniza una casta), sin necesidad de allegarnos a la historia mítica de Atenas y los Padres Fundadores del Logos y la Polis.
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