No renuncies a la posibilidad de que al aldeano se le ocurra la imagen sorprendente, la misma que puedes encontrar en el poeta anglosajón, o inclusive, oh desmesura!, en el poeta zentroeuropeo. Calibra además, barájala meticulosamente entre tus dedos y dentro del dolor de tu cerebro, la posibilidad añadida de una angustia constante que no sabe bien de dónde ni por qué, y así toda la vida.
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