De los crímenes del yihadista en Francia, de su muerte, de esa absurda tragedia de querer realizar justicia haciendo al mal, de mezclar la delincuencia con la religión, de ese disparate no queda nada. Con la muerte del delincuente, del psicópata, de lo que no es más que un malnacido, no queda hoy ya más que vacío. Y una tragedia.
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Sin duda no tiene que ver el empeño parcheador de mi Ayuntamiento, esta obsesión asfalticida (?) por tapar la infinidad de agujeros de las calles de mi pueblo, que entre unos y otros van consiguiendo a lo largo de la última centuria hacer uno de los sitios más feos imaginables, no, seguro que no tiene nada que ver con las elecciones autonómicas del domingo. Ni el último asfaltado de las calles, si no me equivoco, de hace casi veinticinco años, tenía que ver con las elecciones municipales de turno.
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