13 de marzo de 2012

Estadísticas

En El país (ed. andaluza) del sábado pasado, 10 de marzo, venía un dossier de tres páginas sobre el sistema educativo andaluz (en el marco de las próximas elecciones autonómicas). Sin entrar a valorar todo el asunto estadístico, en lo que no me considero competente, reproduzco aquí dos párrafos que me sirven a mí para justificarme en mi desconfianza hacia la prensa.


Dice (cito la noticia) una directora de IES: 

“Cuando los alumnos llegan al instituto se encuentran con muchísimas materias y con profesores que dan las clases de forma casi magistral (...) Están seis horas sentados en una mesa escuchando, sin participar”.  (Doy por hecho que la señora sabe de lo que está hablando.)

Pues bien resalta el periódico en negrilla, en medio de la columna: 

"Los chicos están sentados seis horas en el instituto recibiendo clases magistrales"


Así, con un par de narices. Pero la llamada-resumen, que aparece en la edición del papel del periódico, y que tengo aquí delante mientras escribo, no dice los mismo que el fragmento de arriba, que se supone traslada literalmente las palabras de la directora. Ha sustituido "alumnos", por "los chicos" (¿captatio benevolentiae dirigida al lector?: -Esos pobres muchachos reprimidos... por malvados profesores!). Pero esto no es importante. O lo interesante. Lo relevante de la síntesis del periodista está en lo categórico: de "con profesores que dan las clases de forma casi magistral" a TODOS los chicos están seis horas SEGUIDAS recibiendo clases magistrales de TODOS los profesores. Como si los profesores fuéramos capaces de esto... Porque entonces forzosamente los chicos (antes alumnos) deberían convertirse en eminencias a causa de la ciencia infundida en sus plásticos y jóvenes cerebros. Me imagino, ad+, que el lector que ha leído el titular de la noticia ("Algo falla en el instituto", como queriendo significar "algo huele peste en la Marca Danesa") no ha olvidado que los pobres muchachos están seis horas sentados, sin participar, en una pura pasividad angélica que no se merecen sus malvados profesores torturadores.


En síntesis mía: es un disparate, contra la verosimilitud y los hechos, aseverar en un periódico serio cosas así. Basta asomarse por un instituto, como le bastaba al Dr. Johnson darle una patada a una piedra para rectificar otros idealismos en otra época.

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