Cómo me habrán puesto los clientes, que de pensar en abstracto en la cuestión de la muerte
dolorosa accidental he pasado a pensar en la posibilidad de la muerte real. Sin duda por culpa mía/nuestra que no los sé/sabemos motivar, ni el daimón que los menea (i. e., su motor aristotélico-tomista correspondiente).
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Corolario moral tardío, vespertino, más o menos a la hora en que Franklin recontaba los céntimos, mientras que yo ahora me voy a acostar después de mis oraciones. O séase: que como ando con la tensión alta, la mayoría de las cosas tendrían que refanfinflármela,
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