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26 de marzo de 2012
Que conste
En 1982, la tercera Junta militar de la Dictadura argentina, encabezada por el general Leopoldo Galtieri (un borracho, según el parecer de un medio familiar mío), invadió las Malvinas (islas bajo bandera inglesa), con el fin de establecer una cortina de humo para tapar los problemas del régimen. El resultado del experimento lo conocemos: a Mrs. Thatcher no le tembló el pulso a la hora de dar un ultimátum a los militares argentinos y enviar a sus tropas para recuperar las islas. Salvador Elizondo, en las entradas de sus diario de aquellos días de 1982 (recogidas en Letras Libres, esa extraordinaria publicación), se va haciendo eco de la marcha de los acontecimientos, hasta el desastre final para los argentinos. En 1986, un tal Diego Armando Maradona "redimió" al país austral de la humillación (innecesaria) sufrida, con el recurso que tienen los pobres (recordemos que España es campeona del mundo de fútbol... apenas dos años después de una terrible crisis económica y posiblemente social de la que no sabemos cómo vamos a salir), el fútbol, y el gol más maravilloso que han visto estos ojos (y vamos a olvidarnos de la mano de Dios, y vamos a considerar la nobleza y caballerosidad de los futbolistas ingleses en la jugada de celestial slamo de Maradona). Pero esta no debió ser de este modo, y que el criminal que mandó a la carne de cañón en esta absurda aventura se fuera de rositas.
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