Pensar -fingirlo- en una fantasmagoría de mundo-- y querer liberarse en la ficción, y no poder con el pensamiento. No saber discernir si la belleza está en el absurdo proyectado, en el texto, para liberarse, o en el absurdo vivido. Poeta, fingidor.
Suponemos que Nabokov se equivoca, al escribir que Th. Mann o Rilke son "enanos o santos de yeso en comparación con Kafka", y que al equivocarse no menoscabamos en modo alguno la grandeza de Kafka---
Difícilmente se puede ser más torpe en campaña electoral... Convertir lo que era no hace mucho y para tantos de nosotros el sueño de una ciudad en "municipios rurales" . Prefiero decir que vivo en un pueblo feo. Al menos el sustantivo y su calificación los pongo yo, y no me vienen por gracia burocrática. Prendidos entre una derecha goldmansachsiana y una izquierda inane, aunque bien pija, el único "camino seguro" es el del precipicio. Vivimos como en un episodio más de esta histœria imposible.
Cuando se ha encontrado el ánimo crítico, y hasta el tono mismo con el que se han de afirmar los propios juicios, en Sebald o Th. Bernhard, cuando esto además nos ha ocurrido ya de mayores, igual que tantas otras historias, entonces el asunto cobra un cariz bastante crudo---
Yo tengo que ser escritor, pensó el hombre que una tarde confundió a su hijo con otro niño que jugaba por la calle. Masculló, para salir del paso, una torpe excusa. Yo tengo que ser escritor, volvió a pensar, cuando su hijo le espetó que no quería verle. Yo tengo que ser escritor, volvió a las andadas como un gallo cualquiera, reflexionó mientras reía para dentro, sin un gesto añadido para fuera, sorteando los escasos viandantes de una calle que no está en Portugal, y contar esta desgracia.
Yo tengo que contar también la inmerecida suerte y el agradecimiento que siento hacia el mundo, transmutando las lágrimas en horas felices.
Todo esto lo soñaba un niño, y lo recuerda ahora un hombre. Si no es que todo esto es verdad de un modo o de otro, y yo estoy aquí ahora fingiendo que no, mi querido/a lector/a.
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