Yo debería, en este secarral levantino en el que me encuentro perdido (como formando parte de las huestes de Azorín), abominar de John Locke y su apología del protestantismo imperialista inglés, y encomendarme a las palabras patrióticas de un Menéndez Pelayo. En lugar de eso, me intereso por la vida y milagros del inglés infame, doblemente despreciado por reaccionarios y progresistas. (A propósito de: A. Pezoa, Política y economía en el pensamiento de John Locke)
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