Obsesiones, dispersiones, divagaciones (como dices). Falta de un centro. No lo puedo evitar. Ahí va:
Dar la voz a un muerto, prosopopeya. Tropo fundamental, Paul de Man. De donde la necesidad del desenmascaramiento, de-facement. Así, si todo representa una máscara, a través de ese imposible conceder voz a quien no la tiene, acontecimiento que la escritura propicia, no solamente nos vemos doblados (en el espejo inscrito de un ausente), sino des-humanizados, animalizados, bestializados.
Quisimos, desde siempre, pensarnos a través de la doble referencia: Dios, el animal. Naturaleza y cultura, bachillerías.
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En el estiramiento de la voluntad, rememorando o proyectando, remitiendo ad infinitum los recuerdos y las esperanzas, hasta que sea nuestra misma razón la dispersada, jugando con el tiempo aunque también con el espacio. Al poblar éste con objetos animados tan similares a nosotros. Autoficción.
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Francés, verboso, vacío. No obstante, Alain Bashung. Con mi razón me rescato del pozo de mi odio. Católico, por ello compasivo (estos movimientos del ánimo se dan tan fácilmente en mí, por eso no hay por dónde cogerme), daría la vuelta del calcetín al argumento general de que a causa de las personas se detestan las culturas. A causa del amor incomprensible hacia las personas, las culturas son rescatadas de mi pobre animadversión. Pero que yo sea pobre y mínimo no es lo importante, sino que he parado el movimiento de la sinrazón (por irónica que sea en mi caso), hasta llegar a comprender, y quererlo así, que España, Francia, Italia no son más que meros nombres superpuestos a un olvido del dolor.
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