… me alegra, hasta me hace feliz, la idea de ser imbécil. Lo cual consiste en que las tonterías que yo hago de ninguna manera se corresponden con el individuo amargado, inhibido, serio y prudente que soy en privado, cuando nadie me ve. O sea, que en privado, cuando nadie me ve, puedo ser hasta sabio. En ese caso, lejos de mí las puyas (las encantadoras "puyitas"), el decir directamente lo que pienso, el pensar directamente lo que digo. Ni lo uno ni lo otro. Mecanismos de defensa, nada más: pues ni realmente pienso todo lo que digo ni, lo que es peor, se dice todo lo que se piensa y así me va. Así que lo que me callo no tengo más que sublimarlo o proyectarlo en tonterías, de las que luego me arrepiento, sin saber tampoco si la cosa es tan grave.
Mecanismos de defensa: se actúa en escena y se pone en marcha el personaje, aunque uno sea por otra parte tan transparente. Por no ser, uno no es ni malicioso ni curioso, ni se va a lados oscuros ni es capaz de causar sorpresas. El lado oscuro lo lleva uno encima o dentro, bien guardado para sí, no sea que alguna verdad se escape (de las que sí se piensan cuando se dicen).
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