Imposible, no se puede ni se debe. Lo comprendes en sitios absurdos (-Dios mío, qué hago yo aquí?), y cuando menos te lo esperas. A veces se calienta la boca, nada más. No trae cuenta radicalizarse o extremarse, ser otro. Se bordea el ridículo y se cae de lleno en él. Lo comprendí anoche y mejor aun esta mañana, al comprar el analgésico. Hice lo que sentía, quería y pensaba que debía. Poco me importa que se entienda el gesto o no. En ese espejo sí se puede uno mirar (timidez, espontaneidad). Qué más da que se baile o no, el agobio de ciertos sitios o situaciones, hasta la general marcha del mundo. Comparado con lo primero, con la práctica de conducirse según el particular criterio de uno (carácter liberal), lo demás poco ha de valer, se queda en la superficie. Pero el de la farmacia sí soy yo: como lo pienso lo hago y soy feliz. No es agradable el dolor de la cabeza. Nada más.
Ps. Ahora, que sí me preocupa un poco la posibilidad de que contar la vida (espontaneidad) acabe por esconderla (por matar la misma espontaneidad de la vida "ejecutiva"). Qué le vamos a hacer! En cuanto se pone uno delante de la pantalla y al teclado está perdido. Cómo nos cambia la música! En cuanto se queda uno pensativo y empieza a embadurnarse las manos y dejarlas marcadas en la pared de la caverna. (La caverna de Platón, el museo de sombras, el primer desfile.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario