¿Aprenderé yo alguna vez a hablar, Dios mío? Conozco en mis sueños, o más bien en los entreactos de la noche y del día (?!), que la falta de verdades firmes equivale a una falsedad real, que el déficit ontológico resulta en superávit de mentira vital.
¿Por qué, si yo no soy mi tema, si no albergo interés, si mi espíritu es puro, no se me abre alguna verdad?
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