Mi vida esta tarde, los granos de arena tendiendo a su reloj, el carácter depresivo haciéndole visajes a la escritura a ver si ésta llega, se ha decidido que consista en una colección de frgs. extraídos de la librería de un pasillo largo de paredes blancas que necesitan una capa de pintura nueva, en un barrio, alejado del centro, de una pequeña ciudad situada en una pequeña provincia sudoriental.
Señor, qué escaso soy, pero buscando entre las páginas de mis libros amados (también algunos de los autores: Platón, Kant), considero que yo, un hombre maduro y poco aparente, que no obliga a nadie a volverse por la calle, soy, no diré un funcionario, sino un pequeño oficiante entregado a su tarea. Hace calor aquí, pero a mí me da igual. ¡Cómo no iba a darme!
***
"Los libros se hallaban acomodados sobre la mesita, uno yacía en el suelo, al lado de la chaise-longue, sobre la alfombra de la galería, y el que Hans Castorp había ojeado últimamente pesaba sobre su estómago, le cortaba la respiración, pero sin que su materia gris diese orden a los músculos para alejarlo. Había leído la página de arriba a abajo, la barbilla tocaba en el pecho y los párpados se habían cerrado sobre los ojos azules y cándidos. Veía la imagen de la vida, sus miembros florecientes, la belleza sustentada por la carne. Esa belleza había separado las manos de su nuca, había abierto los brazos y, en el interior -particularmente bajo la piel delicada de la articulación del codo-, las venas, las dos ramas de las grandes venas se dibujaban, azuladas, y esos brazos eran de una inexpresable dulzura. Ella se inclinó hacia él; Hans Castorp sintió su olor orgánico, sintió el choque de su corazón que latía. Un suave calor enlazó su cuello y, mientras desfallecía de placer y angustia, posó sus manos sobre el exterior de esos brazos, allí donde la piel tersa sobre el tríceps era de una exquisita frescura, y sintió sobre sus labios la succión húmeda de un beso." (Th. Mann, La montaña mágica, cap. "Investigaciones"; aquí en parte.)
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