4 de junio de 2009

Concluye uno de los ...

... estudios seminales para el campo de la autobiografía/autoficción (y me parece que ha pasado un mundo de espaciotiempo desde que yo presumía interesarme por estas y otras cosas), La autobiografía como desfiguración, del finado y presunto cómplice Paul de Man, de reivindicada memoria derridiana, con unas palabras parecidas a éstas: "La muerte es/representa un apuro lingüístico". Bah, no me importa! Algún día lo entenderé en esta vida o será mi muerte antes. Nada importa en junio. Ni siquiera si mi cita se aproxima a la verdad. Nada me interesa: nunca se me dieron bien, ni los juegos de palabras ni la lógica. Pero prometo que algún día entenderé. Cuando sea más pobre que ahora y más desprendido. Cuando aprenda a convivir con otros seres y sea capaz de amarlos. Mientras tanto las palabras son las etiquetas debajo de los muchos cuadros que no entiendo. Un apuro lingüístico... la muerte. Quizás sea éste el trayecto correcto y yo recordé mal. No me interesa, mis deseos son muy pequeños. Tan olvidados que casi no los reconozco si se me presentan. Así que veo una libertad salvaje, intragable, y no me queda más remedio que dolerme, en el alma o en los sucedáneos que la ciencia o la democracia han promulgado. Una libertad sin medida y sin sentido, una locura. Pero en realidad no voy a decir que me interese: se pueden ir cayendo los cuadros, que yo en el museo imaginario sólo me centro -autista- en los títulos de olvidado significado, de vida perdida.

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