La arena buscando su reloj, la materia su forma, quebrantando la ley del infinito o la totalidad. Pagar después por ello, retribuyendo y penando "según el orden del tiempo". Pero que antes la arena adquiera un cuerpo deliciosa y adorablemente material; aunque se rompa el reloj y no perdure más que el aroma y una sonrisa pícara, disparatadamente gitana.
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