14 de junio de 2009

Pero la gracia ...

... del asunto está en que yo vivía en una casa, aislada de las otras, en medio del campo, en uno de los lugares más bellos del mundo. Lo cual lo determina la memoria de cada uno, claro. Por lo que el delator legalista debía ser alguien que ocasionalmente pasase por allí, por alguna de las muchas servidumbres que van convirtiendo el terreno de secano en una tela de araña de propiedad privada y uso común de paso. Los ingleses (et al.) han acabado con esto, convirtiendo la tierra abierta en parcelas horriblemente valladas con tela metálica y perros. Aunque algo positivo han hecho, realmente: evitar que un lugar hermoso se convirtiera en un sitio abandonado. Pero no es lo mismo, y yo la verdad es que soy de los que opinan que las ruinas son bellas (in fragmento veritatis).

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