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4 de marzo de 2008
Madurez democrática
Las buenas gentes se acusan a sí mismas cuando el poder establecido lo exige. Entre las buenas gentes la predicación se extiende como una mancha de aceite rápida. ¿Para qué quieren ellas la libertad? (Ya se les promete que son libres.) Si, además, ahogada (en bienestar que brilla en el spot universal de sus vidas), hace una figura tan repulsiva. Se dicen: -¿Cómo pudimos creer en este espantajo, en este escándalo mayúsculo? Rezan y votan. Según el turno instituido.
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