Cuando me doy cuenta de lo muy escasamente que conozco aquello que, profesionalmente, debería explicar, puedo verme (y me miro) ante dos muros/opciones:
a) tomar mi desconocimiento como acicate,
b) celebrarlo y decirme (y gustarme que me digan) que lo que yo no sé del pasado (toda la filosofía es pasado: comentario de una tradición) no es tan importante, puesto que no interesa a los jóvenes.
(Si yo creyera esto último -o sea: que no debo preocuparme por lo ignorante que soy- no merecería el aire que respiro. Prefiero seguir con mi dolor de imperfección.)
1 comentario:
Enchufa el móvil.
Publicar un comentario