En una ciudad no demasiado grande, cuya extensión puede ser cubierta en el tiempo de la duración del sueño, no puedo encontrar el lugar que busco, el templo -de pago- del saber, a pesar de todas las vueltas y revueltas por las calles de lo que parece un área suburbana en alguna zona del Midwest. Al despertarme ocurre, al mismo tiempo, la satisfacción por conocer que solamente se trata de una pesadilla y la tristeza de no haber encontrado el objeto de deseo.
Somos libres de burlarnos de los sueños un poco pedantes: para eso hemos acabado ignorando lo cercana que está la barbarie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario