... pensamiento ajeno anterior, observo una paradoja personal o ética nada menor, puesto que cada uno debe elegir: puede querer la vía cínica de las reglas objetivas del funcionamiento social, la más pura hipocresía, y así nos entendemos sin engaños; o puede desear ser igual que la cándida paloma que admite que le engañen, sin que su beatitud sea menoscabada un ápice. ¿Quién no querría ser este último ser tierno, bueno y alado?
Pues bien, se decida uno por lo que se decida los inconvenientes serán visibles: porque quien se guía por la conveniencia manifiesta, por eso mismo, que su hipocresía es falsa, en cierto modo. Será cobarde, antes que hipócrita, y quizás estuviera en camino de llegar a ser moral. Pero no es este individuo insincero y vulgar el que me interesa, sino el supuesto humilde de la segunda posibilidad, el manso que se humilla y con su sonrisa pone la cara de Dios en la tierra. ¿No es su astucia mucho mayor?
No hay comentarios:
Publicar un comentario