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25 de marzo de 2008
La comunicación de los espíritus
Hace mucho tiempo que aguardamos, cada uno en nuestra isla. Ni demasiado lejos como para no saber de la existencia de los otros, ni tan cerca como para poder establecer una relación estable [No redundemos: "una relación continuada"]. El roce del aire, el ruido de las olas y el sol que abrasa han ido limando las aristas de la memoria en cada uno de nosotros. Con mirarnos a lo lejos lo sabemos. (Si realmente pudiéramos hacerlo. Pero lo sabemos.) Cualquier otra posibilidad nos está vedada: el pago mensual por comunicarnos igual que los refrescos que dan alegría. Somos pocos, y quizás en otra situación nuestra vida hubiera sido mejor, o distinta. Igual me excedo y hablo por todos, sin derecho particular a hacerlo, más que el que me concedo, autócrata, yo mismo. Pero he llegado a pensar que no precisamos ni alegrías ni palabras, sino silencio y espera.
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