20 de marzo de 2008

Sentidos de la argumentación

En muchas ocasiones no se sabe si se está en presencia de una sinceridad desatada que ha vuelto demente a la lengua o, más bien, es el más astuto pragmatismo el que hace frente en los párrafos mendaces anudados en los discursos pedagógico-políticos. Puesto que sabemos, platónicos, la conveniencia del bello mito que liga paideia y politeia. Hogaño, ciudadanía y su educación. En todo caso, la bella contemplación, desinteresada, no aparece por ningún sitio. Quizás sí: condenada al olvido, de los cuerpos en sus cárceles y patíbulos; al olvido de las almas, engañadas, a las que se ha dicho que su oficio es el del cuerpo, y no el de la verdadera vida. Es decir: tecnología y consumo.

Abominemos, pues, de la jerga: enrejado lingüístico, locura de las palabras que se creen sabias y apestan a falsedad y mal.

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Porque debería ser impensable, e imposible -por esta misma causa- de decir, una discusión que anidara en el incumplimiento de las condiciones de verdad: libertad de palabra, igualdad de los sujetos para desempeñarla) sin prejuicios ni veladuras), la escenificación de (solamente) las buenas razones, las que son prudentes, incapaces (tan humanas, mortales) de salir del círculo que las anilla con quienes las ponen en marcha...

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Nacimientos familiares: la tarde fea y húmeda puede y debe venir con la música de la vida nueva. Si Dios quiere. (Temeroso de los caprichos de las cosas -supersticioso-, homicidas algunas veces, uno se limita a mentar la realidad como pidiendo disculpas. Dejarla ser: tal parece el deber de la persona de juicio.) [Pues no. Mañana será.]

2 comentarios:

Egoficción dijo...

Eso es. Que se les ha convencido que su oficio es el del cuerpo... poca areté pude salir sólo de aquí. Placer, sadismo y perplejidad bobalicona.

La pura contemplación, la mirada del espectador inteligente, la teoría, haría más difícil seguir con el tinglado.

Egoficción dijo...

A propósito, lo de T. es el 28.