(C. Koonz, La conciencia nazi, Paidós, 2005, p. 59)
A este magnífico libro le debemos también (p. 121) la conciencia (más bien el recuerdo) de la estupidez, a la que tan fácilmente cedemos. Como, por esto lo digo, en la respuesta del gran jurista Carl Schmitt a la Noche de los cuchillos largos, cuando los asesinos matan a los asesinos: sostiene, sin rubor, que el Führer, principio de justicia, es el juez. Que un soldado llegue a divinizarse, en esta serie de abismáticas ecuaciones, debería ser un escándalo tan grande como el de la cruz, en sentido inverso.
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