Pues uno mismo no alcanza a diferenciar lo escrito, lo etéreo, de su vida y su trabajo un poco modestos y provincianos---
Me parece algo maravilloso (qué poquita cosa soy, Señor, confesándote estas cosas) poder leer los pensamientos y decires de Confucio con la red de los conceptos propios de la conciencia libre y subjetiva (occidental -europea, cristiana- según la proclama filosófico-histórica de Meister Hegel). El texto casi no necesita ser forzado: van deslizándose los ojos cansados por las líneas traducidas (¿cuál debe ser la experiencia mental de poder leer en chino: que la gramática universal coincida con haber nacido en el Imperio del Centro?) y el bolígrafo -de tinta borrable las primeras ocho horas: comprado en una de esas tiendas que la deslocalización, la globalización y la modernización extremo-oriental han traído a mi pueblo- necesita apuntar lo que a la cabeza se le ocurre, nada más casi que palabras sueltas o que quieren emparentarse un poco, pero sin adquirir compromisos gravosos, y se va anotando entre las líneas o en el margen de la página fotocopiada---
No tengo que forzar ninguna máquina: las palabras piden ser desalojadas del sistema social e histórico que las encorseta, quieren ser devueltas a su condición de poesía o concepto universal e intemporal---
Luego no me ha de extrañar ganarme yo la fama de algo chiflado (¿algo?: sonríen), pero he conseguido que los alumnos vean como algo normal hacer su propia explicación de los sabios y milenarios consilia confucianos---
Educación para la ciudadanía, of course---
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