Puesto que la religión promete un cielo (bien fuera del tiempo, bien dentro de un tiempo, en un futuro), los actos de terrorismo sirven a esta finalidad: limpian, desbrozan, purgan, purifican...
Desde esta consideración, el terrorismo representa un moralismo eudemonista radical: quien quiere un fin debe querer atajar hacia él, eligiendo los medios más rápidos, eliminando obstáculos (considérese, si no, lo sagrado del fin representado; es decir, lo más valioso; pero en su grado superlativo y, por ello, excluyente: lo único valioso, realmente)---
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El programa de ilustración, irreligioso, hace bien en no prometer demasiado; y en atender al carácter también final de los medios empleados (es decir, a su forma)---
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El jacobinismo habrá de representar la reintroducción mendaz, como por la puerta trasera, de un plan finalista en el jardín de las formas---
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