En una canción de desamor y despecho de Los secretos alguien dice la mayor prueba de amor: estaba dispuesto incluso a trabajar. (Ahora ya es tarde, sostiene con su rencor ante la traidora que vuelve.) Pensaría uno en ese comercio como si se tratase de un juego de suma cero, de intercambio de bienes (-1, trabajo; +1, amor), con lo cual se hace difícil entender qué es lo que se ha ganado con la ruptura del equilibrio inicial (sin cariño y ocioso). Será evidente que no estamos delante de uno de esos juegos en que se gana por un lado para perder por el otro. Que el amor asciende a 2, como mínimo, y que con el trabajo añadido se va burlando el tiempo (lo que denominamos progreso, o ciudad), contrarrestando su igual (al tiempo), que es el odio corrosivo. Esto no es más que un juego de palabras; o quizás un poco más: conflicto de fuerzas contrarias, que ocupara a los primeros que piensan y que nosotros todavía reverenciamos: Heráclito, Empédocles, la acción compensadora del demiurgo platónico, la atracción del intelecto reflexivo aristotélico...
Sin dioses celosos, pero con luces---
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