Si:
a) una ética del absurdo resulta imposible, por autocontradictoria, racional y carnalmente (quien afirma el nihilismo se libra de él, inconsecuentemente); aunque habría que considerar en qué medida la extensión solidaria de la afirmación personal de la vida no depende de una posición previa de la razón según la regla de oro del doutdes, según una situación ideal que se tiende a fiar muy, muy lejos en el tiempo-
b) el espacio de lo sagrado se determina como lo otro incompatible con la libertad, afirmando sin complejos a esta última como la aportación propia del pensamiento europeo-
Entonces, no nos quedará otra que fundar la razón en los seres humanos, y a éstos en su razón.
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Estoy fatal: un virus y/o que ha llegado mi hora. En todo caso: no acceder a Internet para consultar síntomas, no, de ninguna manera. sSi bien uno no puede negar que todos los signos llevan a concluir en lo peor,
Que el ser es y el no ser no es: la primera afirmación del fatalismo, la negación de la libertad y de la preocupación consiguiente por nuestros actos.
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Un país encanallado no se desazona por esta noticia. Ni por la chulería del desalmado que participó en una carrera ilegal de coches, con el resultado de la muerte de un crío de nueve años. Delante de las cámaras, él pide que le saquen por el lado que le favorece. Hasta eso llega su conciencia y nuestra dejación. Habrá quien piense, en relación con todas estas cosas, no ya que el perdón penal generalizado representa un desprecio hacia las víctimas, sino la inmundicia del corazón propio, y una corriente de pensamiento que se va extendiendo como una mancha de aceite por las diversas conciencias, hasta que se llegue a pensar como normal que el ideal de vida es el que asume la chusma.
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