La mayor parte de lo que te ocupa representa una trivialidad mayúscula (así: para que el efecto sea mayor): como la idea de que la densidad del significante va absorbiendo paulatinamente la capacidad de trascender que al principio tenían los símbolos (la intención de un significado, puesto irreflexivamente en tanto que objetivo)---
La locura, que representa un acontecimiento del desorden (la ruptura de una sintaxis), puede suceder también en un nivel anterior o más elemental: desanudando la, por otra parte imposible, liaison de un signo con el objeto al que se ha puesto a sustituir---
En este último caso mencionado no sería muy extraño un discurso que manteniendo las reglas de coherencia, perfecto en su formalidad exterior, no correspondiera a nada: un puro lenguaje maquinal---
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(Trapiello: Do fuir)
Me gusta lo que leo porque de ninguna manera lo comparto: me lo prohíbe una a modo de corriente ética que circula por mi corazón, y que me impide creer en un diarismo editado (no tan lejos éste de la denostada novela histórica; es decir, muy distinto y mucho más valioso, puesto que se trata de literatura que no ha renunciado a su verdad; pero no cualitativamente distinto, porque constituye un texto que circula para un mercado del gusto, en el que no tengo problema en incluirme)---
De acuerdo con su idea, bastante recurrente, de la insuficiencia (vaciedad por universalidad posible de las interpretaciones, consiguiente proposición de un aforismo de contenido contradictorio) del aforismo. La interpretación sustantiva y provechosa del contenido de una de estas pequeñas sentencias debería, me parece que dice en algún momento, extenderse en un tomo de cuatrocientas páginas, o callar. Pero, entonces, lo inválido no es el aforismo; sino que hay que apuntar a la pereza del hablante/escritor, que ha hecho abortar un sistema en su fragmento inicial (aunque no me gusta nada esta frase mía)---
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